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viernes, 12 de agosto de 2011

¿Dónde estan los Indignados de América Latina?

Maria Camila Morales

11/08/2011

“Un gobierno inteligente escucha lo que pasa en la calle” asegura Stéphane Hessel, autor del libro “Indignados”. Un manifiesto ético que está removiendo la conciencia de las nuevas generaciones.


El autor, héroe de la Resistencia Francesa y sobreviviente de los campos de concentración nazis, le explicó al diario El Tiempo que a sus 93 años si algo ha aprendido de la vida es que “la indiferencia es la peor actitud humana”. Indignarse y actuar comprometiéndose con una causa es la mejor forma de lucha contra los retrocesos sociales de la actualidad.


El paro que desde hace tres meses llevan a cabo en Chile los estudiantes pareciera incluirse en las páginas de Hessel. Los jóvenes no quieren que la educación sea un elemento de consumo más y exigen al gobierno del presidente Sebastián Piñera que sea gratuita y de calidad.


Pero su indignación no ha sido oída en el Palacio de la Moneda y la resistencia pacífica que pregona Hessel ha tomado una dimensión violenta. Algo que él no comparte pero que es imposible controlar cuando se atenta contra la dignidad.


Poco a poco la protesta estudiantil chilena se ha expandido a otros sectores que también se sienten menospreciados y olvidados por el crecimiento económico del país. El malestar de los excluidos que solía ser pasivo ante los salarios, el desempleo, las jubilaciones, la seguridad y la falta de futuro económico, ha tomado forma convirtiéndose en un motor capaz de desafiar incluso a los carabineros.

¿Qué pasará en Chile? Es difícil predecir el desenlace cuando ninguno de los actores quiere ceder, aunque los estudiantes han demostrado que ya no le tienen miedo al poder. No creen ni en los políticos, ni en los sindicatos, ni en la autoridad sino en su propia fuerza para decir que no; para indignarse como lo han hecho miles de jóvenes en otros países la pasada primavera (Oriente Medio) y este verano (España).


Los jóvenes chilenos han empezado a actuar frente a la crisis de la educación. Y quieren participar en su reforma, incluso piden un plebiscito al respecto.

Sin embargo, si reflexionamos, como Hessel lo hace en su libro, nos damos cuenta que en la región es tan extensa la lista de motivos de indignación que el contagio puede y debería darse. Lo que pasa es que la desesperanza es un valor seguro en nuestras sociedades.


Indignarse sin banderas de partidos, sin imponer ideologías, sin violencia podría ayudar a las democracias a comprometerse. Expresando el hastío de la injusticia y reclamando en la calle un verdadero cambio ante la desigualdad, Latinoamérica demostraría que puede vencer la indiferencia.

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