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lunes, 20 de febrero de 2012

¿Qué hacer con la droga en América Latina?


20/02/2012

María Camila Morales

El elefante está en la sala y no podemos seguir negando su presencia. La droga (comercio y consumo) hacen parte de la economía, de la sociedad, de la moral y de los muertos que se suman cada día en América Latina.

El presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, dijo hace poco que deberíamos empezar a debatir acerca de la “despenalización” del tráfico, comercio y consumo de la droga. Se une a las recientes declaraciones del escritor mexicano, Carlos Fuentes, durante el Hay Festival en Cartagena y a la revista inglesa The Economist, la cual desde el 2009 insiste en que la droga debe ser legalizada para acabar con la violencia que genera.

En una entrevista a Telemundo, Carlos Fuentes declaró que si los “gringos” son quienes imponen la enorme demanda, habría entonces que dejarlos consumirla y dejar a Latinoamérica vivir en paz.

Olvidamos que Estados Unidos no es el único mercado para la droga latinoamericana. La demanda interna en América Latina también es alta y sigue aumentando. El Informe sobre las Drogas del 2011 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), muestra que el consumo de cocaína en Estados Unidos ha disminuido al mismo tiempo que ha aumentado en América Latina.

En cuanto a su precio, ha bajado comparado con la década de los noventa. El negocio no es solamente de exportación, el consumo interno produce también millones.

Otra razón para legalizarla es mejorar el recaudo fiscal y regular la industria, tal como explica Juan Carlos Hidalgo del Cato Institute en su artículo “Diez razones para legalizar las drogas”. Así sucedió en Estados Unidos cuando se acabó la prohibición del alcohol en los años treinta.

Tendríamos entonces, siguiendo la óptica del capitalismo, carteles rebautizados “compañías” especializadas en cocaína garantizando nivel de calidad, derechos laborales de los recolectores de hoja de coca, importación legal de químicos y compitiendo con otras empresas y otros estupefacientes.

Sin entrar en juicios morales, legalizar la droga permitiría sumar finalmente sus millonarias ganancias a los presupuestos nacionales, como explica el profesor Jeffrey A. Miron de la Universidad de Harvard. Se acabaría el mercado negro y se generarían nuevos ingresos como sucede con el alcohol y con el tabaco.

Siguiendo en el plano económico sería bueno tener en cuenta, el nivel de evasión fiscal del continente latinoamericano. Según la red mundial Tax Justice Network, América del Sur pierde 139% de su presupuesto sanitario total por evasión fiscal.

Pagar impuestos, un deber que el FMI, BID, CEPAL entre otros, intentan hacer entender a la región desde hace años pero pocas mejoras se ven. La industria de la droga no tendría que ser ajena a dicho comportamiento de no pagar por sus ganancias.

En materia de salud pública y derecho, se toma el ejemplo de Holanda, que legalizó las drogas “blandas”. Los holandeses optaron por la tolerancia para disminuir el nivel de adicción basándose en una cuestión de libertad personal, educación y sobre todo ayuda.

Sin embargo, en diciembre del 2011, se vieron obligados a hacer un cambio en la reglamentación de los “coffeeshops”. Una modificación necesaria para los extranjeros quienes no entendieron el concepto de tolerancia, sino que lo asumieron como narcoturismo.

En el debate latinoamericano de qué drogas estamos hablando: ¿cocaína, marihuana, heroína, metanfetaminas, crack? Porque sin calcular los muertos que deja su consumo, lo que si sabemos desde el punto de vista médico, es que sus consecuencias para la salud son diferentes y necesitarán presupuestos para sus efectos colaterales.

En Suiza, se cumplen 20 años del cierre del parque Platzpitz, de Zurich. Conocido como el parque de las agujas, fue autorizado para el consumo de heroína pero fue cerrado por la incapacidad de las autoridades para gestionar y mejorar la vida de los adictos.

Otro punto a favor de la legalización, como dice el ex presidente Vicente Fox, sería el fin de los carteles y su violencia. No tendrían razón de existir y sus guerras internas ni siquiera necesitarían treguas, sobre todo en México.

Pero la droga no es el único producto por el cual el crimen organizado mata y aterroriza en América Latina.

Los Zetas no solamente son narcotraficantes, otro de sus mercados ilícitos es el de los discos y DVD’s piratas. Su guerra está declarada con la Familia Michuacana, sus competidores en dicho negocio que acumula también cientos de muertos.

La trata de personas en Centro América, una subdivisión de los negocios sangrientos y lucrativos que tienen los carteles, según cálculos de la ONU, produce una ganancia de 6.600 millones de dólares  anuales y también miles de víctimas. Tal vez los más difíciles de contar y por eso se habla de desaparecidos en la región.

Latinoamérica no quiere seguir poniendo la sangre y la violencia que causa el narcotráfico. Cincuenta mil víctimas en México desde el 2006 es uno de los ejemplos. Colombia sigue llorando sus muertos y en Centro América los titulares de prensa aseguran que se perdió el control de la seguridad por culpa del narcotráfico.

Si legalizar el comercio de la droga, significara que los gobiernos latinoamericanos invertirán en el bienestar y desarrollo de sus países, sería un debate más simple. Pero nadie puede asegurar que los millones que se gastan en represión serán utilizados en salud, educación, desarrollo y sobre todo en la creación de nuevos empleos. Es otro reto para la región.

El elefante no desaparecerá porque lo cambien de cuarto en la casa. El consenso prohibicionista de las drogas ya no existe en el mundo y América Latina tiene que tomar el liderazgo en el debate.


martes, 7 de febrero de 2012

El boicot de la Cumbre de las Américas: otro espectáculo de la hermandad latinoamericana


07/02/2012

María Camila Morales

Era cuestión de unos meses para comprobar, una vez más, que la hermandad latinoamericana sirve solamente para titulares de fotos y viajes presidenciales pagados por el erario público.

En la Cumbre de Caracas, realizada el mes de diciembre, se oficializó la creación de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) los mandatarios presentes alabaron la importancia del diálogo, la necesidad de ser solidarios y complementarios. Todos capaces de sentarse en una misma mesa para expresar sus ideas, sus logros y hasta sus desacuerdos.

No obstante, en dicha cumbre, ninguno de los países anunció su salida de la Organización de Estados Americanos. ¿No hubiera sido el momento para que los países del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América) que quieren liberarse de la tutela política de Washington en la OEA, lideraran la estampida hemisférica? El escenario era el indicado: el nacimiento de una integración acorde con sus discursos ideológicos.

Venezuela, Nicaragua y Ecuador intentaron impulsar el debate para acabar con la OEA en Caracas, pero no lo lograron porque países como Chile, México, Colombia e incluso Brasil no ven la incompatibilidad entre los dos organismos regionales. Los 32 países terminaron con una foto de familia felicitándose por el éxito obtenido.

Pero dos meses después de las celebraciones, los integrantes del ALBA pasaron a las amenazas y chantaje contra “los hermanos” latinoamericanos. Si Cuba no es invitada a Cartagena de Indias a la VI Cumbre de las Américas, no asistirán.

Una nueva embestida del ALBA contra la integración panamericana. Y el pretexto es Cuba. Pese a que Raúl Castro reiteró en la Cumbre de la CELAC que “jamás” volverá a la OEA, el presidente ecuatoriano Rafael Correa se ha apoderado de los intereses de la diplomacia cubana.

El mandatario pareciera olvidar que el 3 de junio del 2009, una resolución por consenso de la OEA en Honduras dejó sin efecto las disposiciones que mantenían a la isla suspendida de la organización.

Cuba reaccionó en aquella época mediante un comunicado en el que decía: "un día histórico y de reivindicación para los pueblos de nuestra América". Por su parte Hugo Chávez añadió: "Cuba no está solicitando reintegrarse a la OEA, el gran mérito de Cuba es haber resistido al imperialismo."

La Cumbre de las Américas es el gran mecanismo de encuentro de los 34 países miembros de la OEA, para “acordar mandatos de acción colectiva en temas de interés regional”; una reunión más del club al cual no quiere regresar el régimen de La Habana.

Estados Unidos ha salido a recordarle a la región  que Cuba no tiene “mejoras significativas en libertades políticas y en democracia”. Por lo tanto, no aceptará que se discuta su participación.

Nada sorprendente en la diplomacia de Washington. Hasta que no caigan los hermanos Castro, Cuba seguirá aislada. Colombia, sin embargo, puede arriesgarse y pedirle a sus pares que voten para decidir si envía o no la invitación.

La Canciller colombiana, María Angela Holguín, sorprendida por el desafío ecuatoriano, está intentando salvar la Cumbre con mucho tacto. Viajará a La Habana para explorar “el tema” y buscar una salida a la incómoda situación.

Un desgaste diplomático innecesario cuando los gobiernos deberían estar concentrados en los objetivos y la declaración final de Cartagena, para que no sea otra cáscara de buenas intenciones como sucedió en Trinidad y Tobago en el 2009.

A nivel estratégico no queda duda que el ALBA se quiere alejar de lo que llama “la legalidad oligárquica” de la OEA y denunciar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que amarra sus destinos de defensa regional con Washington.

Pero salirse de la OEA y de su Sistema de Integración Interamericano significa igualmente no recibir más créditos ni apoyo financiero (Banco Interamericano de Desarrollo) y se les suspenderían entre otros, todos los programas de ayuda para educación y salud que reciben en la actualidad.

Una lectura del artículo 143 de la Carta de la OEA  resolvería sin más ambigüedad el problema de aquellos países que quieren abandonar el paraguas que los une a Estados Unidos y Canadá. Deben transcurrir dos años para que el Estado denunciante quede desligado de la Organización  bajo condición de haber cumplido con todas sus obligaciones en el Sistema Interamericano. ¿Será ese el próximo paso de los países del ALBA?

Si no van a Cartagena, ¿qué habrán ganado? Demostrar una vez más que a pesar de las fotos de la CELAC, las diferencias ideológicas no permiten avanzar en la integración política, económica y de defensa a la que los gobernantes dicen aspirar.

Por el contrario, se está acercando el momento de decidir si el futuro será con los bolivarianos del ALBA o con los panamericanos del Arco del Pacífico.