Buscar este blog

martes, 28 de agosto de 2012

No se puede jugar con la paz en Colombia


28/08/12
  
María Camila Morales

La generación de colombianos que creyó en los diálogos de paz entre el gobierno y las FARC en 1998 no debe estar de plácemes con la noticia de los “nuevos acercamientos exploratorios.”

Catorce años después, se puede decir que la mesa de negociación de San Vicente del Caguán fue un show, una trampa o un error histórico, pero en aquella época un gran número de ciudadanos, que como hoy estaban cansados de la guerra, apoyó el plan de paz del presidente Andrés Pastrana.

Ni “la silla vacía” que dejó el 7 de enero de 1999 el jefe guerrillero Manuel Marulanda alias “Tirofijo” al inicio de la anhelada paz, bajó los ánimos de los colombianos. La fiesta por las negociaciones siguió varias semanas más en el país. No olvidamos el concierto de Marbelle, las banderas en las calles y la esperanza que llevó incluso al presidente de la Bolsa de Nueva York, Richard Grosso, a sentarse a discutir con los guerrilleros en la zona de distención.

Esa es la generación que expresa ahora sus dudas acerca de la voluntad del grupo guerrillero de dejar las armas. La paz nunca llegó. Por el contrario, los secuestros se incrementaron y la violencia volvió aún con más fuerza. En cuanto al Estado, había quedado herido de muerte con una zona ajena a su control.

Intentar de nuevo la paz por parte del gobierno de Juan Manuel Santos no puede ser una sorpresa para sus compatriotas. Tiene toda la razón cuando bien dice: “la paz es un triunfo para Colombia”. El problema, es cómo y a qué precio lograrlo.

El presidente aseguró que el éxito de este nuevo intento radica en tres puntos: primero, aprender de los errores del pasado para no repetirlos; segundo, cualquier proceso tiene que llevar al fin del conflicto y no a su prolongación; y tercero, mantener las operaciones y la presencia militar sobre cada centímetro del territorio nacional.

En una entrevista de Otty Patiño (Iconos 2010) el ex militante guerrillero y cofundador y parte del Comando Superior del M-19, explica la razón de la desmovilización de sus compañeros en 1989. Según cuenta: “Carlos Pizarro, (el último comandante general del M-19) consideró que la guerra como expresión política estaba agotada”. El proceso de paz y la reinserción en la vida civil y política por lo tanto tenía que iniciarse para los guerrilleros.

La pregunta que debemos hacernos entonces con las FARC, es ¿qué tanta expresión revolucionaria les queda y qué tanta ha sido reemplazada por el negocio del narcotráfico y la extorsión?

Colombia ha creado espacios para las alternativas políticas que se cansaron del partido liberal y del conservador. Falta más transparencia pero el país abandonó hace muchos años el bipartidismo de antaño de los abuelos de la patria.

La alcaldía de Bogotá (siete millones de habitantes) puede ser uno de los ejemplos. Dejó de ser una fortaleza de los políticos tradicionales desde el 2004. El cambio lo inició Lucho Garzón, hombre de izquierda formado en la militancia sindicalista. Le siguió otro alcalde de la llamada izquierda progresista (ANAPO + Polo Democrático), Samuel Moreno (2007) y ahora está al mando un ex guerrillero del M-19, Gustavo Petro.

Las puertas para hacer política seguramente serán abiertas para los líderes de las FARC. Para el Secretariado y los ideólogos como Iván Márquez, la opción de los discursos y los votos en vez de las balas puede ser una posibilidad ¿por qué no? Pese a que el presidente del Congreso, Roy Barreras, ya advirtió que no habrá ni indultos, ni amnistías, ni leyes de punto final con las FARC.

Pero, ¿qué les puede ofrecer el gobierno de Juan Manuel Santos a la base de esa guerrilla de las FARC (ocho mil combatientes) que tendría que dejar las armas, el secuestro, el  reclutamiento de menores de edad y el narcotráfico?

Veamos las cifras: los integrantes de los frentes guerrilleros tienen un promedio de edad entre 18 y 26 años. Según las estadísticas generales del país (DANE), el desempleo de esa franja a nivel nacional alcanza el 20.9% de los colombianos. Abandonarán la lucha armada y después ¿cuál será su futuro?

En Colombia, el desempleo alimenta el narcotráfico y la criminalidad. Los campesinos no plantan hoja de coca por preferencia sino por cuestiones económicas. Las cosechas de papa, arroz, cereales y café sufren las consecuencias de los altibajos de los mercados internacionales. Las opciones legales de vida donde hay fuerte presencia de las FARC son: agricultura, minería o industria petrolera. Ninguna de ellas les garantiza salir de la pobreza.

Las FARC, tienen un millonario negocio con el narcotráfico. Así lo nieguen, el dinero les permite seguir el combate contra el ejército pero también es fuente de empleo para sus bases y de riqueza para varios de sus comandantes.

Puede que Juan Manuel Santos haya aprendido de los diversos procesos de paz en Colombia. Que no permita una región desmilitarizada, que siga combatiendo a la guerrilla en todo el territorio, que llegue a Cuba o Noruega con una agenda concreta y que la comunidad internacional sea garante de los acuerdos.  Pero ahora el núcleo de la guerra está en otra parte.

Los indígenas del Cauca dicen que no quieren ser parte de la batalla por las rutas de la cocaína del Pacífico colombiano que mantienen las FARC. Pero si la paz no busca también una solución al problema del narcotráfico, la violencia de las FARC seguirá en esas zonas con otro nombre.  Como sabemos, la sangre que corre en México y Centroamérica no es el resultado de enfrentamientos con grupos guerrilleros.

Apostarle a la paz con las FARC es la única opción para no seguir desangrándonos, me explicó un maestro del periodismo colombiano. Ojalá que el tiempo y la prudencia le den la razón. La revista The Economist insiste en la legalización de las drogas como mercado válido del capitalismo. ¿Qué as bajo la manga tendrá el presidente Juan Manuel Santos?


martes, 21 de agosto de 2012

Macondo en Estados Unidos


21/07/2012

María Camila Morales

En plena campaña electoral, Barack Obama y Mitt Romney han dejado fuera de sus discursos varios temas que incomodan. Uno de ellos: el servicio de correos. ¿Por qué los dos candidatos  no analizan la situación del United States Postal Service Mail (USPS)?

Cuando un trasteo por barco se demora menos tiempo entre Paris y el puerto de Baltimore que un paquete entre la Florida y Washington, es que existe un serio problema. Ojalá fuera un caso aislado o un lamentable error pero las quejas contra USPS no dejan de acumularse en la oficina de defensa de los consumidores.

Desde el 27 de julio, estoy esperando que el servicio de Priority Mail del correo me entregue un envío.

Hasta el momento no ha sido posible, peor aún, descubrí el increíble mundo del USPS Mail. Nada menos que el reino del absurdo o de las explicaciones que superan el realismo mágico (por aquello de la exagerada discordancia de los elementos involucrados). En términos económicos sería ingresar a un servicio público de un país subdesarrollado.

Podría ser jocoso si no se tratara de Estados Unidos. Un país donde demandan por caerse al pisar una papa frita en un restaurante de MacDonald’s.

El servicio que ofrece Priority Mail (prioritario y por ende más costoso) me permite rastrear por Internet el paquete. Se encuentra en California pero con una especificación: en camino hacia su destinatario. No hay necesidad de un curso de geografía norteamericana para comprender que desde la Florida hasta Washington DC. no hay que pasar por la costa Oeste.

Las llamadas al servicio al cliente del USPS Mail son dignas de un himno al absurdo. Los diálogos con sus empleados no tienen sentido.

La amabilidad de sus interlocutores es un valor en peligro de extinción. Concluyen siempre con la misma frase: en un día hábil un colega los llamará para darles detalles acerca de la investigación interna que hemos abierto al respecto.

Y debe ser tan introspectiva su búsqueda que se desaparecen. Por supuesto no llaman “de pa’trás”. Porque en la desesperación de no poder entender lo que sucede intenté la opción “español” de USPS Mail pensando ingenuamente que al registrar más quejas más rápido alguien se apersonaría del enigma.

Pero Jenny me dio la mejor respuesta de todas: debe esperar hasta que aparezca su paquete porque USPS Mail no puede hacer nada para encontrarlo. Brillante análisis de la situación. Y concluyó diciendo: “ con un pen anote su número de investigación y gracias por llamar a USPS Mail”.

Al cumplir casi un mes sin tener noticias del paquete, opté por recurrir al departamento de servicio de reclamos. Un  teléfono en el cual responde una grabadora que dice: “no tenemos la capacidad de contestar su llamada, pero por favor déjenos su número y lo contactaremos de vuelta”. Y así pasan los días y las horas sin que mi teléfono suene.

En cuanto a protección jurídica del cliente, no hay posibilidades claras. Hay que dejar pasar 45 días hábiles para que inicien “una investigación formal”. Las anteriores eran, seguramente, un pasatiempo para los supervisores de USPS Mail.

La visión de un país donde todo se demanda es una gran ilusión. Llegar a los estrados judiciales y reclamar las millonarias indemnizaciones implica mucha persistencia y dinero.

Al buscar más información acerca del USPS Mail descubro la realidad. Es una bancarrota sin control que le cuesta miles de millones de dólares de impuestos a los estadounidenses.

Según propias palabras de Patrick Donahoe a la cabeza del USPS Mail, si continúan con el mismo ritmo de pérdidas, para el 2015 la deuda alcanzará 18.2 mil millones de dólares. Asegura que necesitan urgentemente un cambio en su modelo de negocio. Difícil entender su funcionamiento porque cualquier reforma debe pasar por la aprobación del Congreso de Estados Unidos.

Sin duda es una de las mayores fuentes de trabajo del país. Más de ocho millones de empleados. Pero el costo de su mantenimiento  es insostenible. El volumen de correo First Class (el más barato) ha caído en un 25% y las proyecciones no son alentadoras.

Los analistas norteamericanos más liberales son tajantes en su conclusiones: hay que cerrar (eliminar) el correo nacional y dejar que  funcione la libre competencia del sector privado con sus consecuentes precios.

Pero en un país en crisis económica, ¿no sería tiempo de empezar a buscar otras soluciones antes de que sea demasiado tarde? Ante todo por el enorme costo social que significará acabar con el USPS Mail. Además adaptarse a los cambios tecnológicos del correo del siglo XXI y al E-commerce no debería depender de los congresistas.

Hasta el momento Obama y Romney evitan públicamente mencionar “el problema” . Ojalá alguno de los periodistas invitados a los debates presidenciales se atreva a preguntarles al respecto.

Mientras tanto paciencia y resignación.