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martes, 26 de febrero de 2013

¿América Latina ya no es católica?


26/02/2013

María Camila Morales

Razones de sobra tendrían los latinoamericanos para haberse alejado de la Iglesia Católica Romana. Cuando la Teología de la Liberación cayó en desgracia ante los ojos del Vaticano, la región perdió la oportunidad de ensalzar el dogma cristiano gracias a acciones concretas a favor de los más vulnerables y de los más oprimidos.

La Biblia leída por los pobres, el evangelio progresista y el fortalecimiento de una religión popular eran peligros y no avances para la Santa Sede. Antes de ser Papa, Joseph Ratzinger se empeñó en evitar que los sacerdotes latinoamericanos utilizaran el marxismo como herramienta de análisis de la palabra de Dios.

Ahora que renunció a su misión de Supremo Pastor, las apuestas e hipótesis quisieran que el heredero de Pedro en Roma fuera un cardenal latinoamericano. Según encuesta del Instituto Pew, América Latina tiene el contingente más numeroso de católicos romanos en el mundo. Gracias a los creyentes de México y Brasil, representa el 39%.

Pero si bien en números los católicos son importantes, ya no lo son ni en crecimiento ni en presencia peregrina.

En la última década la palabra de Dios ha llegado a los latinoamericanos de la mano de las Iglesias pentecostales. Por ejemplo, los cristianos evangélicos en Brasil son más de  43 millones  (censo 2010). Y según la encuesta de la Asociación Ayuda Católica a la Iglesia Necesitada (AIN), Guatemala es el primer país centroamericano que tiene una mayoría de “cristianos no católicos.”

El pluralismo religioso es una realidad en América Latina. Una diversidad que va desde el candomblé, pasando por la santería, la teología de la prosperidad, el tele evangelismo hasta “católicos a mi manera”. Esta última corriente es tal vez la que más preocupa a la Santa Sede porque justamente reclama una relación directa con Dios sin pasar por la pecaminosa humanidad del Vaticano.

Si los católicos latinoamericanos ya no asisten a la misa dominical no es por tener un Papa europeo. El problema pastoral es más grave y profundo: hay una desconexión con la búsqueda espiritual de los creyentes y un hastío de los encubrimientos de delitos sexuales de un excesivo número de sacerdotes.

Las transformaciones de la sociedad latinoamericana que se producen a un ritmo acelerado, dejan pendientes inquietudes terrenales y no dogmáticas. La fe la tienen los fieles pero no el consuelo para sus penas.

Hasta el momento, el prelado católico ha sido incapaz de responder adecuadamente a las inquietudes reales y sociales que genera el despertar espiritual e intelectual que llegan con el fortalecimiento de las democracias, el acceso a Internet y el culto al individualismo.

América Latina ya no es una oveja dócil del redil católico. Todo lo contrario. Argentina aprobó por ley el matrimonio homosexual, Uruguay despenalizó el aborto y la justicia local persigue a los pederastas con o sin sotana.

El nombramiento de un Sumo Pontífice de origen latinoamericano no sería garantía de un regreso de los fieles a la Iglesia Católica. Sin embargo, podría servir para una renovación a nivel estructural siempre y cuando asuma cero tolerancia a los abusos sexuales, a la corrupción y adapte su tono a las preocupaciones sociales.

Si un cardenal latinoamericano estuviese dispuesto a cumplir dicha tarea: ¡bienvenido!

Pero por el momento los católicos en América Latina tienen en otras religiones mayores esperanzas para confortar su fe y guiar su camino.

















miércoles, 20 de febrero de 2013

Compartir el negocio de la marihuana con América Latina


20/02/2013

María Camila Morales

¿Cuántos muertos diarios registran las autoridades en América Latina por el negocio de la droga? La cifra es escalofriante pero pareciera ser algo normal tanto para la sociedad como para los gobernantes.

Otro asesinato o una matanza más ya no son ni siquiera titulares de prensa en ciertos países. En México más de mil personas murieron en enero en la guerra contra y entre los narcos y la noticia pasó desapercibida.

Pero la droga por la que matan en Latinoamérica tiene un enorme potencial económico legal en Estados Unidos. En particular la marihuana. Su uso medicinal es legal en 18 estados y también en la capital (Washington D.C) y fue aprobada en Colorado para consumo recreativo.

Cannabis University™ Inc. of Denver ha sido calificada como “El Harvard de las escuelas de marihuana”. Una institución educativa que forma a “estudiantes felices” que desean sembrarla de forma adecuada y conforme a la legislación en vigor. Un pénsum académico que incluye conocimientos de agronomía, de derecho y de química. Un certificado que como bien explica su decana y presidenta ejecutiva, Michelle LaMay: "permite a los graduados unirse a una robusta comunidad que quiere cambiar los corazones y mentes para ver los efectos positivos de la marijuana”.

Pero el lado bueno de la legalización del cannabis en varios estados de la unión americana no se limitaría únicamente a complacer, sin problemas jurídicos, a sus consumidores.

La revista The Economist, dedica uno de sus artículos a la inversión en este nuevo negocio legal. Brendan Kennedy fundador del fondo Privateer Holdings calcula que se ha abierto una industria de 50 mil millones de dólares. Por eso puso su experiencia de la Silicon Valley y su master de la Universidad de Yale, al servicio del negocio limpio (clean) del cannabis.

Su tarea va desde encontrar capital para los cultivadores amateurs hasta establecer códigos sanitarios para la venta de las diferentes clases de marihuana. Un negocio donde con legalidad y tecnología está todo por hacer como muestra su portal: www.leafly.com

¿Por qué dejar escapar entonces de América Latina un comercio tan lucrativo y no volver tanto su producción como su comercialización legal?

El presidente Otto Pérez Molina fue el primer líder latinoamericano en tomar la vocería para un cambio radical de la política de las drogas en la región.

La propuesta guatemalteca de crear una comisión que estudie “despenalizar y legalizar la producción, transporte, comercio y consumo de drogas” quería ser discutida a la Cumbre de las Américas en Cartagena en el 2012. Sin embargo, la presión estadounidense impidió que se abordara el tema en la agenda oficial.

El presidente Juan Manuel Santos no fue ajeno a la hipocresía de Washington en cuanto a su política antidroga al declarar que mientras en Colombia luchan contra las mafias de los narcos, los “gringos allá tranquilos metiéndose su varillo”.

De manera formal las FARC en La Habana han propuesto la legalización de algunos cultivos de droga como la marihuana. Idea que hace parte de su plan social de “reordenamiento” del uso de las tierras para los colombianos. Los guerrilleros saben que para lograr la paz en su país hay también que ofrecer una alternativa económica a los miles de campesinos olvidados por los diferentes gobiernos.

Los vientos de cambio se sienten en América Latina porque la lucha frontal ha fracasado. El presidente de Uruguay, José Mujica, ha tenido el valor de identificar el mal: “el problema no es la droga sino el narcotráfico”. Ya lo decía el fallecido escritor Carlos Fuentes: “legalizar las drogas para salvar a México”.

¿Si la discusión moral y médica ha sido resuelta por referendos estatales por los consumidores en Estados Unidos, no es tiempo de hacer lo mismo en los países productores?

Llegó el momento, como bien dice Mujica, de tener coraje cívico para plantearlo y patear el hormiguero.

lunes, 11 de febrero de 2013

Extrañando a Hugo Chávez en la frontera colombiana


11/02/2013
  
Político Nacional

Venezuela no podía demorar más la tan esperada devaluación de su moneda. El inventario de divisas del país, solo tenía existencias para tres meses, y su escasez se sentía en la economía desde las últimas semanas del 2012.

Hoy en día no es rentable ni importar ni producir en el país. Sigue la economía nacional dependiendo de la bonanza petrolera administrada como caja de milagros por PDVSA. Pero, pese a cotizarse el barril por encima de los cien dólares, ya no es suficiente para crear riqueza.

Aunque el gobierno, a través de Nicolás Maduro, insiste en que no hay penuria de alimentos, la televisión y los videos de las redes sociales muestran otra realidad. El desabastecimiento de los supermercados que suministran la comida a los venezolanos y la falta de materia prima para las industrias nacionales no se pueden ocultar.

Según el ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, la devaluación servirá para frenar la especulación. La demanda de dólares mediante el organismo oficial de cambio Cadivi, un sistema que funciona en Venezuela desde el establecimiento del control cambiario, ha permitido toda serie de corruptelas y ha impulsado la compra de divisas en el mercado negro disparando los precios.

La devaluación ocurre cuando se cumplen dos meses de la ausencia del presidente Chávez del país. Es decir que a la inusual situación política en Venezuela se le suma ahora una delicada coyuntura económica.

Una mezcla que no le conviene al socialismo del Siglo XXI. Incluso, medios afines con el chavismo como Aporrea, han expresado su profundo descontento con la medida. Son bastante criticas las columnas de opinión que publican. Algunas tachan de mentirosos a los ministros, otras aseguran que la devaluación mató a la Revolución y otras lamentan la ausencia del Comandante en momentos en que los más pobres del “pueblito” lo necesitan.

Para calmar los ánimos no se percibe otra solución diferente al regreso de Chávez a Caracas. Pero como afirma el diario ABC de España, su retorno para ejercer la presidencia será imposible. Por eso se debe preparar la convocatoria a elecciones después de 90 días de vacancia de poder.  Lógicamente el gobierno actual (Maduro) espera recibir más ingresos con la devaluación para poder pagar la campaña electoral y asegurarse el triunfo. Aunque la oposición está muy confundida en estos momentos respecto a su estrategia electoral, el factor dinero es esencial incluso para que el chavismo vuelva a ganar en las urnas.

Mientras los venezolanos calculan las consecuencias en sus bolsillos del pasado “viernes negro” (recordando la devaluación de 1983), en la frontera colombo-venezolana crece la preocupación.

El golpe comercial y cambiario para los colombianos se observará hoy miércoles, una vez terminados los carnavales, y no se anuncia leve.

El valor del bolívar ahora en la frontera es de 0.70 centavos colombianos pero hasta el viernes se cotizaba en 0.92 centavos. Con la devaluación anunciada de un 46.5%, en el precio del bolívar fuerte frente al dólar podemos empezar a restar.

Los productos básicos para la canasta familiar, se consiguen en Venezuela por la quinta parte del costo en Colombia. Esta situación tiene efectos fatales para la economía colombiana que exportaba más de tres mil millones de dólares en bienes de consumo a ese país y que venía comportándose favorablemente después de los incidentes bilaterales durante la era Chávez-Uribe. La población fronteriza de ciudades como Cúcuta se trasladará a Venezuela para hacer sus compras diarias de mercado, y productos básicos, quebrando al comercio local que no podrá competir con estos precios

La tasa de inflación en Venezuela superará para el año 2013 el 28%.  Las exportaciones diferentes de petroleó no alcanzarán el cuatro por ciento y las importaciones con estas medidas superarán el 35% anual.

Los empresarios venezolanos, consideran que para resolver este “impasse”, se deberá desmontar el control de cambio existente. El peor escenario que se vislumbra, para la economía, es que haya recesión con inflación.

Para los pobladores colombianos que trabajan y viven en la frontera, el gobierno de Juan Manuel Santos tendrá que dictar medidas inmediatas, que puedan compensar la devaluación en Venezuela, o de lo contrario tendremos una desaparición de sus exportaciones al vecino país y una recesión en el comercio fronterizo, con nefastas consecuencias para el desempleo, la producción industrial y para el comercio en general.

En cuanto al futuro de los venezolanos, después de la devaluación les queda solamente esperar que no lleguen otras medidas como subida de impuestos igualmente necesarias para mantener a flote las arcas del Estado y reducir el déficit público.