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martes, 11 de octubre de 2011

No es hora de mediaciones del ALBA en Siria


11/10/2011

María Camila Morales

Tan sólo unas horas después de haber defendido Venezuela en Ginebra su Examen Periódico de Derechos Humanos ante Naciones Unidas, el canciller Nicolás Maduro viajó a Damasco para brindar el apoyo del ALBA al régimen de Bashar el-Assad.

Diplomáticamente inapropiada podría llamarse la visita de los representantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP). La crítica no se refiere a la dimensión de mediador internacional que quiere adquirir el bloque regional latinoamericano sino porque en Suiza, la delegación venezolana no se cansó de explicarle al mundo la prioridad que el gobierno de Hugo Chávez le da al respeto de los Derechos Humanos y Siria no es la referencia para el tema.

Maduro declaró que había ido a Ginebra “a exponer cómo se está construyendo un Estado en función del ser humano”. Y confiado de haber mostrado la verdad y realidad de la defensa de los Derechos Humanos aseguró que “la patria de Bolívar salió muy bien parada” en el sistema de Derechos Humanos de la Onu.” Mientras que Chávez en Caracas proclamaba: “Venezuela está a la vanguardia de los Derechos del Hombre!”.

Después de casi una semana de publicidad venezolana para convencer a Naciones Unidas de su compromiso con los Derechos Humanos y su deseo: “que sea más humana la humanidad”, (título del concierto que ofreció la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar en Ginebra) la foto de Nicolás Maduro con los miembros del gobierno de Bashar el-Assad, parece una broma de mal gusto.

Porque lo queramos o no, el respeto de los Derechos Humanos es un concepto universal. De qué sirve proclamar el rechazo de "la imposición de modelos de dominación implementados en América Latina durante 500 años que violaban los derechos fundamentales” y horas después explicar que “el ALBA no se va quedar de brazos cruzados en su apoyo al régimen de Damasco”.

Maduro en representación de la Alianza Bolivariana fue a Siria a dar el respaldo a un país donde, según Naciones Unidas, el saldo después de seis meses de protestas contra Bashar el-Assad es de dos mil novecientos muertos. Simpatía del bloque latinoamericano hacia un presidente que le prohibió a su vice ministro de Asuntos Exteriores, Faisal Mekdad, reunirse en Ginebra con la comisión independiente designada por el Consejo de Derechos Humanos de la Onu, para investigar la represión contra los manifestantes.

Ahora resulta que las aspiraciones diplomáticas del ALBA incluyen ayudar a resolver el “conflicto interno” sirio y creer en la buena fe de Bashar el-Assad quien estima que “el país es víctima de grupos terroristas financiados desde el extranjero.”

Actitud del líder sirio que incluso ha empezado a desesperar a los amigos históricos de Damasco. Según la agencia Reuters, el portavoz de la cancillería china Liu Weimin advirtió que quieren ver cambios rápidos y no quieren “más derramamiento de sangre, conflicto y víctimas.” Se deben añadir a esta crítica, las declaraciones del presidente ruso Dimitry Medvedev quien estimó que “los líderes sirios deberían dimitir si no pueden aplicar reformas.”

Aunque ni China, ni Rusia son ejemplos de compromiso con los Derechos Humanos, sus diplomáticos no están tomándose fotos para la posteridad en Siria.

¿Cuál es la obsesión de Caracas con el apoyo incondicional a los dictadores; primero con el eterno Fidel Castro, después con Muamar Gadafi y ahora con Bashar el-Assad? Los gobiernos del ALBA, especialmente el venezolano, saben que la calle es el termómetro popular.

Si los sirios quieren reformas y la oposición reclama su participación en el destino del país árabe, lo que debería impulsar la delegación del ALBA es, como dijo Maduro en Suiza al referirse a su país, : “el renacimiento de los derechos fundamentales.”




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