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miércoles, 19 de octubre de 2011

Los estudiantes latinoamericanos: regresen a casa


19/10/2011

María Camila Morales

La posibilidad para los estudiantes latinoamericanos de decidir dónde trabajar después de obtener un diploma en Francia ya no existe.

Deberán volver a casa o buscar un futuro laboral en un país que considere que acoger a profesionales extranjeros es una ventaja para su desarrollo económico. Y en esa categoría cada vez quedan menos alternativas en el mundo.

Según la circular del 31 de mayo del 2011, la prioridad del trabajo será para los estudiantes franceses y los europeos (por ser miembros de la Unión). El propósito del documento: controlar de forma estricta la inmigración profesional. Toma como dato alarmante el 23% de desempleo entre los extranjeros que no pertenecen a la Unión Europea. Los latinoamericanos entran en esta casilla prioritaria.

Francia recibió este año 278.000 estudiantes “no franceses” en sus aulas. Lo que era un motivo de orgullo para la ex ministra de la Educación Superior y de la Investigación, Valérie Pécresse  es ahora un dolor de cabeza para el ministro del Interior, Claude Guéant.

En el mundo ideal de la extrema derecha francesa, los estudiantes extracomunitarios deberían pagar sus estudios, formarse e irse inmediatamente, título en mano. Una fórmula ganadora para Francia: recibe dinero, mejora su multiculturalidad educativa y se queda con la satisfacción de haber educado a otros.

Sin embargo, una parte de los estudiantes, sobre todo aquellos con maestrías encuentran empleo en Francia. Alumnos preparados que han logrado superar los obstáculos de la burocracia universitaria y de la compaginación de diplomas, temas en los cuales los franceses brillan.

Para las empresas que los contratan, más que mano de obra son un valor y una inversión. En particular para las multinacionales que necesitan personal “altamente calificado” y culturalmente adaptado a los nuevos mercados.

Pero para el gobierno Sarkozy no es hora de ver la competitividad que le pueden aportar a las compañías. Los estudiantes extranjeros son un problema que aumenta las cifras de desempleo en el país. Por lo tanto multiplicarán las trabas adminitrativas para que se queden en el territorio.

Una visión que rápidamente puede extenderse a los demás países de la Unión Europea, puesto que en época de crisis económicas y laborales, los extranjeros son los primeros en pagar los platos rotos.

Pero si en Francia se complica el futuro de los estudiantes latinoamericanos, en Estados Unidos se empiezan a ver nubarrones.

Cada vez aumenta el número de empresas que se niegan a asumir los costos del cambio de estatuto de los estudiantes a trabajadores que incluye la obtención del permiso de residencia.

Por eso aprovechan la posibilidad de contratar por un año a un extranjero después de terminar sus especializaciones. La ley permite a los estudiantes trabajar ese período una vez obtenido su diploma de postgrado. Sin embargo, muchos ven el sueño truncado cuando el empleador no sigue el proceso hasta la Greencard y deben abandonar sus puestos.

Las múltiples teorías de desarrollo explican que la fuga de cerebros es una de las causas del retraso latinoamericano. Lo mejor sería para los estudiantes volver a sus países de origen y trabajar para construir otro futuro. Una situación poco realista para algunos por cuestiones políticas, de seguridad, de malos salarios e incluso de libertad.

En un mundo globalizado donde las fronteras las acabó el Internet y el comercio, no tiene cabida el rechazo a la llamada “inmigración selectiva”.


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