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lunes, 17 de octubre de 2011

Los latinoamericanos poco "Indignados"


17/10/2011
María Camila Morales
El sábado 15 de octubre se celebró en el mundo el día de “Los Indignados”. Una versión internacional del movimiento de protesta que tomó forma en Madrid (15-Marzo) exigiendo cambios políticos y económicos. Una ola de jóvenes en las calles de Tokio, Fráncfort, Roma, Bruselas, Nueva York y París entre otras ciudades, reclamaron una reforma del sistema en el que vivimos. Cifras de manifestantes que variaban según la fuente (autoridades o participantes) pero que fueron desde diez mil en Berlín hasta sesenta mil en Barcelona.
En América Latina mientras tanto “Los Indignados” (con excepción de Chile) parecían estar de vacaciones. En Colombia, titulaba el diario El Espectador: “Unos 70 indignados se concentraron en el centro de Bogotá”. Seguramente el puente (día feriado) del lunes 17 de octubre, los tenía pendientes de otras actividades más amenas. Según el periódico O’Globo en Río de Janeiro 37 personas participaron en la movilización mundial. Y los números de las demás ciudades de la región se pueden definir como “selectos” si se comparan con los millones de habitantes del continente.
Una pasividad que es preocupante, en particular entre los jóvenes latinoamericanos. La principal característica de este movimiento social es que nació con los menores de 25 años y con la generación Facebook/Twitter cuyo futuro laboral es una gran incógnita en estos momentos.
“Los Indignados” no tienen afiliación política ni son hippies perdidos en Wall Street como intentan describirlos en ciertos medios de comunicación. Se trata de las voces de miles de personas que están sufriendo las consecuencias de un modelo financiero que no los incluye y que quieren acabar. Sus reivindicaciones son variadas: más democracia, derecho a educación gratuita, vivienda para todos, terminar con el hambre y con los bonos de los banqueros en el mundo entre otras.
Y si su mezcla de temas pareciera no tener norte y poca organización, lo que pretende es demostrar que existe una resistencia global capaz de decir no “al derrotismo y a la resignación”.
Las palabras son de Stéphane Hessel, el autor del libro “Indignados” quien ha puesto en ebullición de nuevo a las masas. Una reacción que tiene que ser alentadora cuando se ven los resultados de la primavera árabe.
Pero de México hacia abajo todo pareciera estar bien. No habría razón para salir a la calle a decir: queremos cambios. La inutilidad que en Latinoamérica le otorgan al movimiento de “Los Indignados” es desconcertante.
¿Cuáles son las otras formas de expresión para hacer llegar los mensajes al poder? Las elecciones supuestamente son una manera de hacerlo pero la abstención crece cada día en Latinoamérica y los mandatarios parecen ser vitalicios.
Una región que sufre y que seguirá sufriendo si no se resiste al determinismo histórico que combate Hessel. Pero éste es solamente el primer paso para lograr un cambio profundo en nuestras sociedades y en nuestras vidas. En una entrevista (ahora libro) con el escritor francés Gilles Vanderpooten titulada “Comprometeos, no basta con indignarse”, Hessel explica que se debe pasar de la teoría a la práctica. El individuo debe actuar conforme a sus aspiraciones y comprometerse para tener “no el mejor de los mundos pero un mundo viable”. Y empezaría así a nivel local el compromiso para ganarle a la apatía mundial.
En América Latina no hemos llegado ni siquiera al grado de indignación que lleva a la gente a protestar en las calles. Solamente la persistencia de los estudiantes chilenos ha hecho oír su voz de rechazo. Habrá que esperar más pobreza, más violencia, más desempleo, más corrupción y menos poder adquisitivo para que “algo” pase en estos países

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