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martes, 18 de octubre de 2011

La narcopolítica llega al debate electoral en México


18/10/2011

María Camila Morales

Cuando faltan nueve meses para las elecciones presidenciales en México, la guerra de acusaciones entre PRI (favorito para ganar) y el PAN (desgastado por 11 años en el poder) se ha desatado. El tema de la discordia: los nexos de los políticos con los carteles de la droga. La narcopolítica ha llegado al debate electoral nacional y todo indica que tendrá consecuencias.

El primer dardo lo lanzó el presidente Felipe Calderón en una entrevista al diario New York Times. Le preguntaron acerca de la reputación del PRI de tener acuerdos con el crimen organizado y la posibilidad de ganar en julio. La respuesta: “ […] Y hay mucha gente en el PRI que piensa que los arreglos de antes funcionarían ahora, pues es el caso del ex gobernador de Nuevo León…”.

Los  priistas están ofendidos y reclaman pruebas para sustentar las declaraciones del presidente y le exigen disculpas públicas. Mientras tanto la prensa mexicana que lleva varios años denunciando los pactos entre narcos y políticos (y que ha pagado con muertos) contribuye a la polémica enumerando los ejemplos de los aliados de los narcotraficantes. Y como es de suponerse en un negocio tan lucrativo, pocos son los que se salvan.

El diario Excélsior, recuerda las relaciones del ex gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández (PRI) con uno de los líderes de Los Zetas, Jaime González Durán, alias el Hummer. La lista de personalidades políticas locales con “pactos” se extiende a Veracruz y Tabasco por nombrar solamente unos cuantos.

Pero las conexiones con los carteles también llegan al PAN. El periódico Milenio recuerda “la vista gorda” que tienen los gobiernos de Baja California, Aguascalientes , Jalisco, Morelos entre otros, con el cartel de los Beltrán Leyva, la Federación del Pacífico y demás organizaciones que se disputan las rutas para sacar la cocaína a Estados Unidos.

Calderón decía en la entrevista con el New York Times: “es cosa de examinar las prácticas de cada partido”, al referirse a los acuerdos que hayan podido establecer, suponemos, para “vivir en paz” y ganar elecciones. Pero Calderón se equivoca en cuanto a señalar a los partidos ya que la responsabilidad es ante todo individual. Es sin duda el momento de preguntarse por el comportamiento de cada político mexicano y se debe arrancar a nivel local.

El periodista Ricardo Monreal Avila, escribe que la estrategia de Calderón quedó plasmada en sus respuestas al diario norteamericano. El PAN convirtió la elección presidencial en “un referendo ciudadano sobre la lucha contra el crimen organizado.” Y compara la situación con las pasadas elecciones presidenciales en Colombia.

Pero éste no es el mejor ejemplo. Sin duda los dos mandatos del presidente Alvaro Uribe (2000-2008) recibieron el apoyo de ciudadanos convencidos de su mano dura para acabar con la guerrilla y la violencia. Una estrategia centrada en la seguridad democrática.

Sin embargo, olvida el colega que México no ha pasado por la purga de los narcopolíticos. Colombia la inició (y no la ha terminado) con el proceso 8000 del entonces presidente Ernesto Samper (1994-1998). Los colombianos, como por arte de magia, descubrieron en 1996 el nivel de infiltración del narcotráfico en la política. Una realidad que venía de tiempo atrás pero que ignoraban como ahora sucede en México. La estrategia electoral de Andrés Pastrana (1998-2000) fue denunciar los tentáculos en la política nacional del cartel de Cali y de Medellín.

La narcopolítica existe, no es un fenómeno aislado de Colombia, y cuando un ex presidente como Vicente Fox, propone una tregua para el crimen organizado hay tema para reflexionar en cuanto a las aspiraciones de la sociedad mexicana.

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