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miércoles, 13 de julio de 2011

Las familias de los líderes latinoamericanos

12/07/2011

Por María Camila Morales

Cuando los latinoamericanos explican el concepto de familia a los europeos, en especial del norte, se sorprenden de la importancia que tiene en nuestra sociedad. Respondemos como reinas de belleza: lo más importante para mi es la familia. Vida juntos, vacaciones juntos, negocios juntos y hasta matrimonios con algunos primos no tan lejanos. Pero ese noble sentimiento se complica cuando el poder entra a la familia con el nombre de presidente o presidenta. Incluso con el nombramiento de uno de los integrantes como ministro u otro titulo que por “derecho” traiga beneficios (económicos, laborales, sociales poco importa).

Los ejemplos no fallan y no faltan: los hermanos Fidel y Raúl Castro; Hugo y Adán Chávez, los esposos Cristina y el fallecido Néstor Kirchner; Alvaro Colom y Sandra Torres; padres e hijos Alvaro Uribe y Tomas y Jerónimo Uribe; Alberto Fujimori y Keiko Fujimori entre otros.

El último en nuestras tierras es el de Alexis Humala, hermano menor del electo presidente de Perú. Según reveló el diario El Comercio estaba en Rusia como jefe de la delegación peruana negociando varios acuerdos y contratos. Su misión fue confirmada en un comunicado de prensa de la embajada rusa en Lima a la cual le informaban de su llegada y seguramente allí le adelantaron el trámite de visado para su viaje. Pero resulta que su hermano Ollanta, quien no se ha posesionado aún, desautorizó las acciones de su hermano y se enreda en las explicaciones de lo sucedido.

Ahora se habla de nepotismo con subtítulos de corrupción, abuso de poder; en estos casos abundan las descripciones y lamentablemente se multiplican las evidencias en América Latina.

Suponemos que ninguno de los políticos se lanza a las contiendas electorales pensando en el futuro económico de sus hermanos, hijos, esposas, sobrinos y hasta padres. Están concentrados - eso es lo que nos dicen en sus promesas de campaña y les creemos- en el bienestar de sus compatriotas, en el desarrollo de la nación, en la lucha por la democracia y en el crecimiento económico del país.
Pero sería más importante que se comprometieran primero con sus propias familias para que se mantengan alejadas del poder y de todo lo que ello implica. Podríamos exigirles entonces a los mandatarios y a los electos presidentes que firmen un contrato contra el nepotismo. Que diría lo siguiente:

“Ningún pariente cercano (hasta cuarto grado de consanguinidad) beneficiará de un puesto oficial del Estado ni de sus instituciones ni recibirá dinero proveniente del Estado. Dichos parientes tampoco podrán representar al estado ni a sus instituciones y cualquier negocio concluido por ellos que intenta vincular al Estado será nulo de pleno efecto. Dicha regla no se aplicará a los parientes que ya trabajan para el Estado o sus instituciones en el momento de la elección o nombramiento del otro pariente.”

Y para finalizar, una nota de pie de página en el contrato para los hijos pre-adultos de los mandatarios que se fueran obligatoriamente a estudiar a otro país. No solamente porque ahorraríamos en seguridad, sino para que corten el cordón umbilical que los obliga al parecer a reemplazar a sus padres en el poder. Así nos evitaríamos interminables y costosos juicios contra sus familiares y la condena internacional por ser “monarquías bananeras”.

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