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lunes, 19 de septiembre de 2011

El comercio antes que las armas para defenderse


16/09/2011
María Camila Morales
La mejor arma para la defensa es el comercio. Los europeos fueron los primeros en entender que si no querían guerras ni agresiones entre ellos, tenían que unirse para hacer negocios.
El horror de la Segunda Guerra Mundial no podía repetirse y pese a que todos los países no compartían la misma visión del mundo, necesitaban asegurar la paz y la estabilidad para el futuro.
Empezaron en 1951 con un mercado común de carbón y acero. En 1957 con el Tratado de Roma, amplió su alcance con la creación de un verdadero mercado común. En la actualidad son 27 los países miembros de esta integración y con orgullo pueden decir que no han vuelto a tomar las armas para matarse entre vecinos en el Viejo Continente.
Inicialmente los vinculó el comercio y después llegaron a una unión monetaria, pero todavía están muy lejos de contar con una política común de seguridad y de defensa (PECSD). Varios avances tienen como la EUROPOL (policía europea) y siguen algunos procesos concretos con EUROFOR (fuerza de acción rápida) pero es un tema que tratan de evitar porque logra poco consenso.
Por eso resulta interesante, por no decir sorprendente, que la naciente Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) esté tan enfocada en sentar rápidamente las bases de una doctrina de defensa común.
Invitados a Caracas durante dos días, los “institutos de investigación” de las Fuerzas Armadas de la región compartieron “su visión sobre conceptos de defensa y amenazas de esta época”, según el canciller Nicolás Maduro.
Noble labor que el ministro de Defensa venezolano, Carlos Mata quiso ampliar: “trabajando en mecanismos de cooperación (…) que permita moderar el intervencionismo de factores o poderes externos en la región.”
Suponemos que se refiere a Estados Unidos, la potencia de la cual nuestra región era, o sigue siendo para muchos, su jardín de juego predilecto. Sin embargo, hace poco para Venezuela ese elemento perturbador era el presidente Alvaro Uribe. No olvidan los colombianos que en noviembre del 2009, el presidente Chávez anunció una inminente guerra con la movilización de sus soldados.
Aunque esos tiempos aparentemente han sido olvidados, ya que el presidente Juan Manuel Santos ve en Hugo Chávez a su “nuevo mejor amigo”, la cohabitación entre los diferentes gobiernos de América del Sur es tensa.
Los enemigos no son necesariamente los mismos para cada país. El principal factor de conflicto son las fronteras. Entre Chile y Perú los límites son objeto de una demanda internacional. Bolivia y su acceso al mar es un fuerte punto de fricción con Chile. Ecuador exige del ejército colombiano que no persiga en su territorio ni a guerrilleros ni a narcotraficantes y tiene pendiente un litigio internacional por las fumigaciones de cultivos ilícitos con las autoridades de Bogotá. Los ejemplos parecieran no tener fin entre los 12 miembros de UNASUR.
Muchos bombos y platillos tienen estos anuncios de la doctrina de defensa común pero no dejan de ser preocupantes más que alentadores.
Lo que más le interesa al ministro de Defensa venezolano es que se denuncie el TIAR: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, firmado en 1947, para evitar la intromisión de Estados Unidos en la defensa y conflictos del hemisferio Sur.
Otro punto de especial atención para el gobierno de Venezuela es “la elaboración de un plan de seguridad continental para defender los recursos naturales de la región” como bien destacaba el diario cubano Granma.
Pero, antes de pensar en ataques extra-regionales ¿no sería mejor restaurar poco a poco la confianza entre vecinos y después trabajar en una visión geoestratégica más amplia?
La prioridad debe empezar por la interacción comercial. Crear una dependencia para que el día de mañana las exportaciones e importaciones pesen más que cualquier enfrentamiento ideológico o circunstancial.
Por el momento esas relaciones están fragmentadas: CAN, UNASUR, ALBA, Alianza del Pacífico, MERCOSUR son todos bloques económicos detrás de una unión que no llega.
Hasta que se logre una verdadera integración económica a nivel regional y los vecinos sean vistos como socios, la defensa y la seguridad no podrán ser comunes.

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