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martes, 25 de febrero de 2014

Ni de derecha ni de izquierda: matar no es un derecho en Venezuela


25/02/2014
  
María Camila Morales

Las tanquetas militares siguen en las calles de Venezuela y las víctimas continúan aumentando. Pero son pocos los gobiernos de la región los que han reaccionado para exigir que cese la represión y el hostigamiento a los estudiantes y a la oposición.

Las declaraciones diplomáticas ante la grave situación de los casos de violación de los Derechos Humanos no dejan de ser anecdóticas.

Habría que destacar al mandatario chileno, Sebastián Piñera, por condenar la violencia y recordarle a Nicolás Maduro que “los valores democráticos, las libertades y los Derechos Humanos hoy en día son universales y no conocen fronteras”. Pero por otro lado, la presidenta  Dilma Rousseff, no nombró a Venezuela en su rueda de prensa en Bruselas sino que prefirió referirse a “países en situaciones conflictivas” que necesitan soluciones consensuadas.

Brasil y Chile son algunos de los ejemplos de la incoherencia latinoamericana cuando hay muertos políticos.

Ninguna represión tiene justificación. En América Latina la derecha no puede ser sinónimo de república bananera y la izquierda de edén social. Si en los dos casos sus gobernantes pisotean los derechos humanos e instauran la persecución política, deben recibir el mismo tratamiento de repudio.

En las democracias la oposición es una representación del pueblo y no un objetivo militar. El servicio a la nación que prestan las fuerzas armadas, implica cumplir con los principios del Derecho Internacional Humanitario (respeto a la persona en caso de conflicto). La censura, la tortura y las desapariciones no son herramientas válidas para proteger a ningún gobierno ni siquiera de un Golpe de Estado.

Por eso, la voz de Latinoamérica debe ser una sola para desaprobar las acciones del régimen de Nicolás Maduro. No se trata de establecer bandos (“imperialistas” contra bolivarianos o “fascistas” contra revolucionarios) o de inmiscuirse en problemas internos de un país. Es solamente sensatez y responsabilidad histórica. Cualquier pensamiento político del siglo XXI, bien sea de izquierda o de derecha, que dice defender la no violencia (y menos por parte del Estado), la transparencia, la libertad y sobre todo la justicia para sus ciudadanos actúa ante lo inaceptable.

El Foro Penal Venezolano (una organización no gubernamental)  intenta en medio de la zozobra registrar y verificar las denuncias de los crímenes ligados a las protestas estudiantiles. Las cifras con las que cuenta son: 609 detenidos, 19 privados de libertad (incluyendo al líder opositor Leopoldo López) y 8 muertos (sin los miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia). Faltan los casos de torturas, maltratos y allanamientos sin órdenes judiciales.

Seguramente, algunos latinoamericanos dudarán de los números. Pero los muertos de la calle ya están enterrados y a sus familiares les pueden preguntar por la bala que recibieron. ¿Quién los asesinó? La intolerancia ideológica. Si fue la Guardia Nacional o los paramilitares (Tupamaros) o la delincuencia común, le corresponderá a una “comisión de la verdad” establecer lo sucedido. ¡Así funcionan las democracias!

Si América Latina quiere demostrar que aprendió de sus luchas contra las dictaduras (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia por mencionar algunas) podría empezar a exigir el respeto sin condiciones de los Derechos Humanos en Venezuela. Pero con su división, los latinoamericanos dejan claro que no tienen memoria y siguen experimentando con valores que acomodan a sus tiranos.

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