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lunes, 17 de febrero de 2014

Ruido de libros y no de sables en Venezuela


17/02/2014
  
María Camila Morales

Las violentas protestas del pasado 12 de febrero en Venezuela no deben quedar en simples titulares de prensa. Los chavistas y los antichavistas necesitan claridad ante los muertos, los heridos y la censura. Porque un país no puede seguir adelante en su vida “democrática” señalando y persiguiendo enemigos casa por casa con armas.

Los estudiantes que salieron a manifestar su descontento con el gobierno de Nicolás Maduro son, así lo nieguen los ministros, el futuro de Venezuela. Es la juventud amamantada por el Socialismo del Siglo XXI (que las urnas llevan validando desde 1999) la que tendrá que mantenerlo vivo.

¿No era un diploma universitario para todos, uno de los sueños del fallecido Hugo Chávez? El 21 de noviembre del 2010, en Caracas  gritaba el Comandante para celebrar el día del alumno universitario: “¡que vivan los estudiantes, que son vanguardia de la Revolución!” y se emocionaba diciendo: “que viva la juventud de la Patria” la cual tiene nuevos horizontes. Porque los hijos de la clase obrera merecían las mismas aspiraciones educativas que los burgueses, insistía en sus discursos el difunto presidente. Quería formar a los mejores profesionales del mundo pero hoy su sucesor los persigue por las calles del país con policías y balas.

Los que están protestando y sangrando son los que se preparan para lidiar con las compañías nacionalizadas que no funcionan. Son los futuros economistas a los que se les exigirá encontrar soluciones para ocultar la inflación, el desabastecimiento, el lavado de dólares y la corrupción. Son los juristas que aprenderán a redactar contratos que sean del agrado de los chinos, de los iraníes o de los rusos. Son los esperados médicos y profesores que sin material adecuado salvarán vidas y educarán a la población bolivariana. Son los que fundarán nuevas familias en un país que se quedó con una infraestructura obsoleta, con los índices de inseguridad más preocupantes de la región y donde la prensa no tiene papel ni para imprimir los horarios de las novelas.

Trabajarán todos ellos en una potencia petrolera donde sus ingenieros comprarán pollos importados por PDVSA y se adaptarán a vivir con apagones eléctricos.

Es a estos universitarios a quienes se les explica en las aulas la definición de Derechos Humanos y su defensa en las verdaderas democracias. Por eso salen a la calle. Son ellas y ellos los que poseen el conocimiento para no confundir oposición con “fascismo” ni libertad de prensa con “imperialismo”. 

No es un golpe de Estado el que se prepara en Venezuela como denuncia Maduro ante el mundo. No son los conspiradores desde la Casa Blanca armando a los universitarios. No es el ex presidente Alvaro Uribe desde Colombia enviando paramilitares para sabotear el autoritarismo de los delfines de Chávez. No son ni Leopoldo López, ni María Corina Machado ni Henrique Capriles los responsables del hastío popular. El ruido viene de adentro, de la médula de una revolución a la que se le agota el tiempo y los dólares.

El cambio lo exige ahora una generación que quiere un mejor futuro con paz social para su país. Un reclamo tan válido como aquel que escuchó en su momento Hugo Chávez por parte de los olvidados por el régimen anterior.

Pero los libros asustan más a Maduro que los sables de los generales. Sin universitarios libres y capacitados serán entonces más militares, en impunidad e irresponsabilidad, los encargados de guiar la futura vida económica, social y asociativa del país. Un modelo al que no se le podrá seguir llamando “República”.







 

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