27/01/2014
María Camila Morales
En la Corte Internacional de
Justicia (CIJ) se zanjan diferendos y como tal hay perdedores y ganadores. El
resultado puede que no sea del agrado de las partes, pero el país que piense
que los jueces van simplemente a comentar un “statu quo” está muy equivocado.
Por más salomónicos que intenten presentar los fallos, nadie sale satisfecho de
un juicio limítrofe.
Perú logró una victoria relativa
frente a Chile. Según la argumentación del fallo, la CIJ considera que sí hay una frontera marítima entre los dos países. Lo sustenta no por los
tratados existentes, sino por “un acuerdo tácito” entre Chile y Perú. Es decir, por el comportamiento que han tenido durante más de 50 años los dos países respecto
al paralelo que seguía la frontera terrestre.
Los jueces ratificaron un punto
costero preciso, llamado Hito N.1, como el inicio para la proyección de un
paralelo en cuanto al curso fronterizo. Pero decidieron que la delimitación
marítima a lo largo de dicho paralelo se extendía sólo hasta una distancia
de 80 millas náuticas y no a las 200 millas que se atribuyó Chile. Un cálculo
más equitativo según los jueces quienes tomaron en cuenta la actividad pesquera
y policial de la zona. Establecieron que a partir de las 80 millas, habrá una
línea equidistante respecto a las costas de los dos países (hasta alcanzar el
límite de las 200 millas náuticas). Un recorte que, según el presidente Ollanta
Humala, le otorga a Perú “50.000 kilómetros cuadrados de derechos soberanos” en
el Pacífico.
Sin duda Chile perdió una parte de
su mar y Perú amplió su zona económica exclusiva. Sin embargo, para poder
implementar el fallo de La Haya, es decir las nuevas coordenadas marítimas que
la CIJ se abstuvo de definir, los dos países tendrán que ponerse de acuerdo.
Así lo dice el mismo fallo: “en un espíritu de buena vecindad”.
Se impone entonces la necesidad de
pactar todos los detalles de nuevos acuerdos pesqueros y de sobrevuelo de
espacio marítimo que se desprenden de la modificación de una frontera. De lo
contrario, no habrán servido de nada los cinco años y medio de proceso en La
Haya.
Por eso tiene valor que el
presidente Sebastián Piñera haya dicho que el fallo es vinculante para su país
y que la electa Michelle Bachelet insistiera en que a pesar de ser una pérdida
dolorosa, el fallo es obligatorio y así se comportará su gobierno. Por otro
lado que su colega Ollanta Humala no haya pronunciado un discurso despectivo
también es importante. Los dos países tienen que encontrar un camino común para
implementar el fallo y sus actitudes constructivas son un buen augurio.
Deberán negociar pensando sobre todo
en los intereses de la pesca artesanal de los habitantes de Tacna (Perú) y
Arica (Chile). Una política firme frente
a la presión de la industria pesquera nacional e internacional que siguió muy
de cerca el juicio. Ahora no se trata de incitar a un patriotismo efervescente
entre los peruanos ni de encontrar culpables entre los chilenos.
No son los jueces de La Haya, ni las
instancias internacionales las que por arte de magia solucionarán vecindades
frágiles. En La Haya deciden en derecho pero bajo la lupa matemática la cual
tiende a ser “equitativa” pero no necesariamente conveniente para todos.
Si los países latinoamericanos con
problemas de fronteras no entienden que antes de llegar a La Haya hay que
evitar los tambores de guerra no avanzarán en la anhelada unión regional que
tanto proclaman y predican (Celac, Alianza del Pacífico y demás). Ojalá que
Chile y Perú cumplan la promesa de acatar el fallo demostrando que han iniciado
una nueva época de cooperación, responsabilidad jurídica y sobre todo de
madurez diplomática entre vecinos.
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