17/10/2013
Hernando Salazar*
Salvo episodios como
el ocurrido en 2007 en Santiago de Chile, cuando el Rey de España le dijo, con
enojo, al presidente Hugo Chávez, de Venezuela, “¿Por qué no te callas?”, la
opinión pública tiene poca memoria de las cumbres iberoamericanas de jefes de
estado y de gobierno que se realizan cada año desde 1991.
Este fin de semana se
realizará la cumbre número XXIII, a la que asistirán 15 de los jefes de estado
y de gobierno de los 22 países miembros.
La ausencia más
notable será la del Rey Juan Carlos, que no irá a Panamá por razones de salud.
Será la primera vez que el Rey no participe en una cumbre iberoamericana, una
idea que ha liderado España desde sus comienzos.
En Panamá tampoco estarán
algunos presidentes como Dilma Rousseff, de Brasil; Rafael Correa, de Ecuador y
Nicolás Maduro, de Venezuela.
Es posible que de
Panamá no salgan grandes noticias o titulares como los que provocó el incidente
entre el Rey y Chávez en 2007, pero sí decisiones sobre qué hacer como bloque
hacia el futuro y la reforma de la Secretaría General Iberoamericana, que
organiza las cumbres, y que desde hace ocho años ocupa el veterano ex canciller
uruguayo Enrique Iglesias.
También habrá
decisiones en materia de financiación de las cumbres y la secretaría, que hoy
recae en buena parte en España (60 por ciento) y Portugal (10 por ciento).
Ahora se quieren redistribuir las cargas y que los países americanos aporten
más presupuesto. Esa decisión está ligada a la mala hora por la que pasan
España, agobiada por una economía anémica y un alto desempleo, y Portugal, que
reducirá a la mitad sus aportes.
A partir de 2014,
cuando la cumbre iberoamericana se realizará en México, las reuniones dejarán
de ser anuales y serán cada dos años.
Pero la pregunta de
fondo es si este tipo de reuniones sirve de algo y si Iberoamérica existe en la
práctica.
La discusión podría
empezar por el significado del término Iberoamérica.
En los países de este lado
del Atlántico poco se habla de Iberoamérica, una expresión que nos recuerda a
España y Portugal, donde el término está mucho más apropiado por parte de la
gente.
Pero, más allá del
debate semántico, y de si existe o no una región o un bloque llamado Iberoamérica,
que además del español y el portugués comparta otros valores y objetivos, está
la utilidad de este tipo de reuniones.
¿Para qué sirven las
cumbres, además de firmar declaraciones no vinculantes, que a veces parecen
colchas de retazos, donde cada país aporta algo o defiende un interés?
No obstante las
críticas, las cumbres tienen cierta utilidad, porque son encuentros de tipo
político, empresarial y cultural, donde no solo se discute lo que está en la
agenda, sino donde se propician espacios para otros tipos de encuentros, bien
sea entre países que tienen diferencias o países que están trabajando juntos en
otro tipo de proyectos.
De hecho, una de las
preocupaciones que gira en torno a la idea de eso que se llama Iberoamérica es
el surgimiento de bloques regionales como el ALBA o la Alianza del Pacífico.
El canciller panameño,
Fernando Núñez, dijo que el tema central de la cumbre en su país será definir
“el papel de la comunidad iberoamericana en el nuevo concepto mundial; en sus
aspectos políticos, sociales y culturales”.
Nadie duda que los
tiempos están cambiando, que España y Portugal pasan por momentos difíciles,
que hay cierta prosperidad económica en los países americanos donde se habla
español y portugués, y que, pese a las diferencias, Madrid sigue siendo el
principal enlace de esta parte del mundo con la Unión Europea.
Es posible que sean
muy costosas, pero las cumbres sirven para que unos y otros se encuentren, y,
eventualmente, se logren algunos consensos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario