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lunes, 9 de enero de 2012

¿Amigos o peones de Ahmadinejad sus huéspedes latinoamericanos?


9/01/2012

María Camila Morales

Tapete rojo en Caracas para el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad quien inició su visita a cuatro países de América Latina. Después de Venezuela seguirá a Nicaragua (posesión de Daniel Ortega), Cuba y Ecuador.

Se trata de la quinta visita a Hugo Chávez y una vez más Washington no apreció la demostración de camaradería entre los dos líderes. Menos aún cuando en Teherán anuncian que Amir Mirzai Hektami, un ciudadano norteamericano de origen iraní va a ser ejecutado por espionaje.

El presidente Obama no se ha caracterizado por tener como prioridad a América Latina. Por eso resultó sorprendente en diciembre pasado su mensaje para Hugo Chávez. Por primera vez le lanzaba una advertencia acerca de sus peligrosas amistades: “Aquí en el continente americano, tomamos las actividades iraníes, incluyendo en Venezuela, sumamente en serio y continuaremos monitoreándolas de cerca.”

Una subida de tono poco común en Obama pero no hay que olvidar que existe un tema en el que la Casa Blanca no permite que se interfiera: Medio Oriente. Y eso están haciendo los amigos latinoamericanos del presidente iraní. Mientras los europeos y Estados Unidos intentan frenar las ambiciones atómicas de Irán mediante nuevas sanciones económicas al régimen, países como Ecuador, Bolivia o incluso Brasil ven en Irán un interesante mercado para sus materias primas.

Los amigos latinoamericanos de Ahmadinejad aseguran que lo reciben porque nadie les va a dictar su política internacional, ni deben seguir siendo manipulados por los estadounidenses. Para ellos Irán es un país como los demás.

En otras palabras: no quieren ser peones del imperio estadounidense pero sí terminan siendo aquellos del régimen de Teherán.

Porque al presidente Ahmadinejad América Latina no le interesa ni por su política, ni por su religión ni por sus negocios. La firma de memorandos y convenios “comerciales” que tanto celebran sus huéspedes latinoamericanos no representan ningún cambio significativo en las balanzas comerciales de los dos países como explica el New York Times en su artículo del seis de enero.

Pero su bienvenida si abre puertas a tres asuntos fundamentales para que Ahmadinejad pueda permanecer en el poder en Irán.

Primero: le urgen empresas latinoamericanas “testaferros” que le  permitan importar el material, la tecnología y el uranio para terminar sus reactores nucleares. Wikileaks dejó al descubierto la trama usada por la importadora iraní Poshtiban Abzar Parswas para adquirir en el 2009 en Brasil las herramientas indispensables para su programa atómico y de misiles. Una fachada que escondía a los responsables de la compañía iraní, Machine Sazi Tabriz, la principal proveedora del ministerio de Defensa.

Segundo: le es vital que sigan con los ojos cerrados las autoridades latinoamericanas al lavado de dinero en su territorio del grupo terrorista Hezbollah. Interpol y la Onu señalan los lazos entre los traficantes de cocaína y el terrorismo islámico chiíta como un problema en aumento en el Cono Sur.  Si antes Teherán tenía chequera abierta para ellos, el cerco económico impuesto desde Nueva York ha afectado su financiamiento.

Tercero: requiere una red financiera en la región para circular el dinero evadiendo las sanciones de los occidentales. El banco binacional iraní-venezolano con sede en Teherán inaugurado en el 2009 tendrá una institución afiliada próximamente con el banco iraní-boliviano.

Elementos que hacen parte de su particular agenda diplomática en el Medio Oriente. Sin embargo, después de la primavera árabe el temido régimen iraní pareciera poder resquebrajarse con la presión internacional necesaria. Una apuesta que Washington y la Unión Europea no quieren descartar y que por supuesto no dejarán esfumarse por culpa de “protagonistas” ajenos a la región.

Sería un error pensar que es “la simpatía y solidaridad” las que llevan a Ahmadinejad a visitar Venezuela, Cuba, Ecuador y Nicaragua. Y además como escribe en el Nuevo Herald Andrés Oppenheimer “importar un conflicto extranjero” a América Latina le podría costar muy caro a sus líderes.

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