19/09/2015
María
Camila Morales
El payaso
ahora es el dueño del circo. Así podemos resumir el segundo debate de los
candidatos a la nominación presidencial por el partido republicano. Donald
Trump volvió a reinar en California.
Los
restantes aspirantes fueron otra vez incapaces de frenarlo y, más aún, guardan
ahora un cierto respeto. Admiten que tiene razón en ciertas de sus ideas y lo
que los preocupa es la logística para ponerlas en marcha. En cuanto a los
periodistas estaban más preocupados por el tiempo y la igualdad de palabra que
en las incoherencias que decían los 11 candidatos.
En este
segundo espectáculo, que tiene el mismo nivel que cualquier reality show de
baile o canto, Trump demostró que está dictando la agenda electoral del partido
republicano.
Una vez
más, se van a enfrascar en la inmigración y expulsar a 11 millones de ilegales
“mexicanos” para que se queden detrás del muro más seguro del mundo que van a
construir. Mexicanos, insisto, porque al oír las propuestas de los candidatos,
todos los inmigrantes ilegales en Estados Unidos serían mexicanos y mexicanas.
Según Trump ellas vendrían a parir para que los estadounidenses mantengan a sus
hijos por 85 años y ellos llegarían para violar, robar e imponer el español
como lengua del país.
Otra
insensatez de la noche fue la del neurocirujano Ben Carson (segundo en las
encuestas después de Trump), quien respaldó la viabilidad del muro y añadió la brillante verificación
del estatuto migratorio de todos (suponemos latinoamericanos). Aquellos que
cumplan con el pago de impuestos y multas, se les permitiría vivir con un
permiso especial sin recibir ni nacionalidad ni GreenCard bajo la condición que
“trabajen en el campo”. Se ve la preocupación del candidato respecto a la mano
de obra barata y sin derechos en su país. En especial, su solidaridad con los
millones de ilegales que pasan sus vidas con salarios de miseria en la
agricultura porque los norteamericanos no quieren hacer ese tipo de trabajos.
Con ese
tono “progresista” siguieron explicando los programas presidenciales los
republicanos. Hubo nutridos aplausos que no alteraron a los moderadores que
parecían de cera, tanto por el botox y el bronceado, como por su incapacidad de
reacción ante el racismo y el cinismo que se escuchó durante toda la noche.
El
senador Marco Rubio, producto de “la inmigración” cubana y sus beneficios muy
particulares como la Ley de Ajuste o de Pies Secos-Pies Mojados (al tocar suelo en Estados
Unidos, los cubanos que huyen del castrismo pueden solicitar al año y un día
permiso de residencia permanente) denunció la actual política migratoria de
arraigo familiar y propuso que sea por mérito. Reexaminar (es decir suprimir)
el derecho de suelo de la nacionalidad estadounidense, ahora le parece de
avanzada al gobernador de New Jersey, Chris Christie, quien hace menos de un
año apoyaba una reforma “comprensiva” de la inmigración acorde con la nueva
realidad.
Jebb Bush
trató sin éxito que Trump le pidiera disculpas públicas a su mujer Columba
Garnica Gallo. La esposa del candidato se ha convertido en otro de los temas
favoritos del magnate pues sería ella la “mexicana” responsable de las débiles
propuestas migratorias de su marido. Un momento deplorable y nuevamente
ofensivo para los latinos, no solamente por la agresividad de Trump sino por la
patética defensa de Bush recordando que ella es mexicana y estadounidense y que
respeta los valores de Estados Unidos.
Los
republicanos no aprendieron nada de la derrota de las pasadas elecciones; por
el contrario, el desprecio hacia la comunidad hispana se reflejará en el voto
nacional. Necesitan más del 40% de los que pasaron el muro y ya son
estadounidenses y los que nacieron aquí para ganar. Sin embargo, ese cálculo
que beneficiará a los demócratas y los tiene relativamente tranquilos, no
impide un retrógrado e inapropiado ambiente para un país
fundado por inmigrantes.
Historias
del "sueño" americano que corre por la sangre y brilla en los dientes
blanqueados de todos los Trump. Arranca con sus abuelos alemanes y su mamá
escocesa y sigue con la checa Ivana Zelníková, madre de 3 de sus hijos y sigue
con su actual mujer, la eslovena Melania Knauss. En común: todos inmigrantes en
Estados Unidos.
Sin
embargo, hay que aclarar que todos eran o son blancos. Ahí está el quid del
asunto. Estados Unidos para los “inmigrantes seleccionados” por ser parecidos y
compatibles con el ideal republicano de superioridad moral y éxito económico. Un caldo de cultivo de odio que Trump está
alegremente cocinando con sus millones y que no será fácil digerir después de
las elecciones.
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