22/01/2015
María Camila Morales
Arrancó el 2015 y los titulares de la prensa internacional se
preocupan por las previsiones del crecimiento para América Latina: ¿será que se
frena con la caída del petróleo?
Y las conclusiones, aunque no
son catastróficas, parecen olvidar que la economía no lo es todo.
Las bofetadas que día a día
recibe la justicia en América Latina van in crescendo. Atropellos que provienen
de todos los sectores de la sociedad y por todas las razones posibles e
inimaginables. La Justicia, como anhelo supremo pisoteada ante la indiferencia
y/o la resignación de todos.
¿Qué más se puede decir con
la muerte del fiscal argentino, Alberto Nisman? Antes de finalizar la
investigación forense y policial, la propia presidenta Cristina Kirchner,
anunció que fue un suicidio. ¿Qué pasó? Teorías muchas, pruebas pocas pero la
intervención del Ejecutivo con conclusiones de semejante calibre dejan mucho
que desear en cuanto a la neutralidad de la Casa Rosada. Sin entrar en los
detalles de lo que investigaba Nisman, una bala en la sien merece reflexión y
toda muerte respeto.
A Leopoldo López (líder
Voluntad Popular) lo olvidó el mundo. En una cárcel militar en Venezuela
víctima de un arbitrario proceso político ahora está sufriendo la incoherencia
jurídica de su país. Postergan y postergan su comparecencia porque otro
tribunal lo declaró en rebeldía (contumaz) y la jueza Susana Barreiros espera
otras decisiones antes de escuchar su defensa. Absurda situación después de 17
audiencias que mantienen a Leopoldo López en la misma o peor situación.
Pero como la justicia se
puede borrar a manotazos, Nicolás Maduro habló de una alternativa: todo puede
terminar si aceptan un canje por un prisionero de Puerto Rico:
"la
única forma que yo use las facultades presidenciales que tengo para
liberarlo (López) es para montarlo en un avión que vaya a los Estados
Unidos, lo deje allá y me entreguen a Óscar López Rivera; pelo a pelo,
hombre a hombre".
En Colombia, aumenta el
número de políticos y narcos que prefieren huir del país antes de presentarse
ante los jueces. Ya no solamente se habla de los barones de la droga que
negocian con la justicia de Estados Unidos y Canadá. Hay una nueva modalidad:
el asilo político de ex funcionarios públicos antes de iniciar sus indagatorias.
El último de la lista es Luis
Alfonso Hoyos. Ex embajador ante la OEA y ex asesor espiritual del candidato
presidencial, Oscar Iván Zuluaga. Involucrado, según la Fiscalía, en un caso de
espionaje electoral y salpicado por las acusaciones de un hacker, salió de
Colombia. Sigue así los pasos del ex ministro de Agricultura, Andrés Felipe
Arias, de la ex Contralora, Sandra Morelli y del ex Comisionado de Paz, Luis
Carlos Restrepo, quienes mandan misivas a los colombianos desde sus escondites
pero no le dan la cara a la justicia.
En Guatemala no han logrado
que el ex dictador Efraín Ríos Montt vuelva al banquillo de los acusados. En mayo
del 2013, la Corte de Constitucionalidad anuló la sentencia en el caso del
genocidio de 1982 contra la etnia Ixil. Sigue la defensa acumulando recusaciones,
excusas médicas y aprovechando todas las zancadillas que alegremente reparten las
diferentes cortes del país para evitar hacer su trabajo.
Pero creer en sistema jurídico nacional tampoco es fácil. Bien dice en su columna, de El Cronista, el periodista Daniel Muchnik, "estamos en una sociedad
en América Latina de mafia y justicia amañada e infiltrada como sucedía en Sicilia".
Fernando Ferraro, Secretario
General de la Conferencia de Ministros de Justicia de Iberoamérica, insiste que
para vencer a la corrupción se necesitan jueces independientes. Sin embargo,
podríamos recordarle que la independencia de poderes puede obtenerse con
voluntad pero debemos tomar en cuenta el factor de seguridad personal que
también afecta a los encargados de impartir justicia. El juez Eliud Manuel
Román asesinado a tiros en México el pasado mes de mayo, pasó a engrosar las
estadísticas de violencia y sicariato de dicho país.
En Perú, la Comisión Andina
de Juristas advirtió que solamente 5% de los jueces publican sus resoluciones
cuando todas las personas tienen derecho a conocer las motivaciones y a su
publicidad. Los ecuatorianos reaccionan con sorpresa a la evaluación de sus
jueces por parte del Consejo de la Judicatura. Los resultados “superaron las
expectativas” dicen. Pero cuando el 75% obtuvo una calificación satisfactoria
en su labor, no hay que alegrarse demasiado.
La ONU ha criticado múltiples
veces el sistema judicial en Bolivia: "se caracteriza
por problemas estructurales, tales como la retardación, la insuficiente
cobertura de servicios judiciales en el país, el acceso limitado a la justicia
por parte de los sectores más vulnerables, el preocupante rezago judicial, la
corrupción y en última instancia, la impunidad". (Informe 2014).
La enumeración de los
problemas de la rama judicial es tan larga
como compleja en la región. Lamentablemente no hay democracia que
funcione sin una justicia transparente e intachable pese a los éxitos
económicos que logren los Estados.
Una amiga del juez Nisman
escribía en Clarín refiriéndose a su
muerte: “Argentina es hoy un país más
triste, más huérfano, más oscuro”. Una descripción en la que cómodamente cabe
hoy igualmente la justicia en América Latina.
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