18/11/2014
María Camila Morales
Nada más aburrido para un escritor que repetirse, nada más
frustrante para un periodista que comprobar cortinas de humo y nada más
indignante para un ciudadano que ser menospreciado por sus gobernantes.
Así se puede resumir la reacción y sentimiento ante el secuestro,
por parte de las FARC, el pasado domingo 16 de noviembre, del general Rubén
Darío Alzate y dos de sus acompañantes.
No hay justificación para “privar de libertad” a nadie y
menos cuando se supone que la guerrilla y el gobierno colombiano están
intentando un acuerdo de paz. En efecto, la guerra sigue, como lo advirtió el
presidente Juan Manuel Santos, cuando sus enviados se sentaron hace dos años en
Cuba con las FARC. Pero el Derecho Internacional Humanitario se debe cumplir
incluso en medio de las balas.
Un punto fundamental que las llamadas fuerzas revolucionarias
no logran entender: el secuestro no es una simple retención, ni es una excusa
para capturar prisioneros. Es una barbaridad inaceptable.
Los representantes del Secretariado Central, es decir la
vieja guardia ideológica que está discutiendo en La Habana, siguen con un
discurso congelado en el tiempo, donde la insurgencia goza, al parecer, de
derechos y privilegios en un sistema internacional que ya no tolera su
existencia. Pero esa época se acabó puesto que sus crímenes tendrán las mismas
sanciones que aquellos perpetrados por los ejércitos y autoridades. Además la
violencia, con tintes terroristas, ya no hace parte de la agenda permisiva de
la política del socialismo mundial.
Puede que las FARC devuelvan al general Alzate (al igual
que a sus acompañantes y a dos soldados más secuestrados en Arauca) pero, ¿qué
valor tendrá la palabra de la guerrilla en lo que queda de la negociación? Sin
duda, “el incidente” o “la crisis” demuestra varias grietas en este
interminable proceso.
La primera: la falta de coordinación entre las partes
involucradas y sus hombres en el terreno
de batalla. No solamente va adquiriendo fuerza la teoría según la cual al
Secretariado Central no le obedecen todos los frentes guerrilleros. En
particular, aquellos más sanguinarios que se aliaron con carteles de
narcotraficantes y bandas criminales (Bacrim) en la costa Pacífica. ¿Se acabó
la unidad de mando?.
También pasa de rumores a afirmaciones anónimas, el
descontento del ejército colombiano con las negociaciones de paz. Tan
sorprendente fue la cara de preocupación del jefe de la delegación de las FARC,
Iván Márquez, como fue inverosímil el tuit del presidente Santos preguntando
qué estaba haciendo su general en el departamento de Chocó sin protección.
La segunda: el irrespeto a los secuestrados, a sus
familias y a los colombianos. Tanto por parte de las FARC, en especial a través
de su agencia de noticias ANNCOL como por parte del gobierno con un manejo de
redes sociales irresponsable. Nadie busca que los secuestren, los adjetivos a
las víctimas en el dolor son ofensivos y las amenazas son incoherentes en un
ambiente de acercamiento y confianza que se supone llevan construyendo desde
hace dos años.
Nuevas fracturas que se suman a las dudas casi genéticas
con las cuales nació el proceso. ¿Qué tanta expresión revolucionaria les queda
a la guerrilla en Colombia y qué tanta ha sido reemplazada por el negocio del
narcotráfico y la extorsión?. ¿Qué le puede ofrecer el gobierno de Juan Manuel
Santos a la base de esa guerrilla de las FARC (ocho mil combatientes) que
tendría que dejar las armas, el secuestro, el reclutamiento de menores de
edad y el narcotráfico?
Es hora de repetirse porque las cifras no cambian: los
integrantes de los frentes guerrilleros tienen un promedio de edad entre 18 y
26 años. Según las estadísticas generales del país (DANE), el desempleo de esa
franja a nivel nacional alcanza el 20.9%. Abandonarán la lucha armada y después
¿cuál será su futuro?
Las FARC, tienen un millonario negocio con el
narcotráfico. Así lo nieguen, el dinero les permite seguir el combate contra el
ejército pero también es fuente de empleo para sus milicianos y de riqueza para
varios de sus comandantes
El factor tiempo es ya un tema insostenible. La paz es un
anhelo colectivo pero la paciencia de los colombianos tiene sus límites. Probablemente
no salgan a la calle, como en el 2008 a gritar no ¡más FARC!, pero a los
ciudadanos les quedan otras alternativas para oponerse.
La paz tendrá que ser refrendada por los colombianos. Lo
aclara cada vez que puede Santos: “con las FARC nada está acordado hasta que
todo esté acordado”. Se refiere a que la agenda temática de La Habana que se
dividió en cinco puntos fundamentales, pasará a lo último por la aprobación del
pueblo. Justamente, la falta de calendario preciso, sumado al alargue
permanente y a las “crisis” están desgastando el apoyo popular y podría ser
fatal para avalar la paz.
Juan Manuel Santos aseguró hace dos años que el éxito de
este nuevo intento radicaría en tres puntos: primero, aprender de los errores
del pasado para no repetirlos; segundo, cualquier proceso tendría que llevar al
fin del conflicto y no a su prolongación; y tercero, mantendría las operaciones
y la presencia militar sobre cada centímetro del territorio nacional.
Por eso en el 2012, LatinoaméricaHoy
se preguntaba ¿qué as bajo la manga tendría el presidente Juan Manuel
Santos para apostarle a la paz, con una guerrilla que en el pasado había
abusado de la confianza de los promotores de una negociación para poner fin a
la guerra. (El Cagúan fue en 1998 el último intento dentro de una serie de
fracasos).
Hoy pareciera que el mandatario colombiano no tiene ases
en su juego; en cambio, la guerrilla sigue faroleando (bluff de poker) con la paz y con una predilección por mostrar sus
picas no solamente en la mesa.
INFOBAE: "El jefe guerrillero Pablo Catatumbo se refirió a la posible liberación del general Rubén Alzate, capturado el domingo. "¿No les parece que estamos haciendo un gesto de paz al devolverlo?", dijo"
ResponderEliminarEl articulo publicado, merece los mejores comentarios. En Colombia la lógica nunca opera, y tenemos que estar preparados a un cambio de juego, que tiene reglas distintas. Pienso que el poker del presidente debe ir pensando en cambiarlo por un nuevo juego de los que aparecen en el internet.
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