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martes, 9 de abril de 2013

¿A quién le sirve la paz en Colombia?


09/04/2013

María Camila Morales

En Colombia hace 65 años, el asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán desencadenó la generalización de la violencia en el país.

Una fecha simbólica que debía servir para salir a las calles con el fin de apoyar la paz. Las celebraciones en todas las ciudades colombianas tendrían que haber sido un acto racional y emotivo y no un acontecimiento polémico.

Si el nivel de violencia que vive generación tras generación de colombianos no hace reaccionar a un importante grupo de personas, pues no hay duda que seguiremos viendo matar a nuestros compatriotas sin derramar una lágrima.

No apostarle a la paz es fácil cuando son los hijos de otros los que van a la guerra o cuando el compromiso con Colombia se limita a pulsar un botón de “me gusta” en las redes sociales.

Las marchas nacionales por la reconciliación van más allá de un respaldo a los diálogos de paz en La Habana con la guerrilla de las FARC. Es una acción colectiva para pensar que podemos cambiar como sociedad.

Sin duda, la guerra contra las guerrillas ha sido uno de los capítulos más sangrientos y largos de la historia de Colombia pero no son los únicos episodios de odio y muerte que hemos vivido con horror.

Cuando nos ponemos una camiseta blanca en estas tierras es para decir que no queremos más sangre. No estamos pensando ni en los alcaldes, ni en los congresistas ni en la politiquería tanto de izquierda como de derecha, que también le han hecho mucho daño al país.

Es hora, una vez más, de caminar por la paz sin importar la ideología política o el presidente de turno. Hay que negarse a vivir con miedo, con venganzas, con injusticias y pensando que los colombianos  somos indiferentes ante el dolor ajeno.

Salir a la calle y apoyar escenarios de diálogo para resolver nuestros problemas es una manera sana de enseñarle a los ciudadano,s que ni la fuerza ni las armas son la solución a largo plazo. La historia de la humanidad debería servirnos para comprobar que a punta de bala nadie cambia.

Lo que no se entiende es cómo, un día de homenaje a las víctimas de la violencia (y no solamente política), las dos principales cadenas de televisión colombianas omiten transmitir en directo las marchas que arrancaron en Bogotá desde el Centro de la Memoria Histórica del Distrito.

Si la televisión es lo único que une a los colombianos, porque la adicción a ella no tiene igual, tanto Caracol como RCN prefirieron seguir emitiendo entrevistas con psicólogos de pacotilla, recetas de cocina y shows de modelos en mini-faldas.

El 9 de abril, es sin duda una fecha clave para entender la conflictiva realidad de Colombia y para recordar que la impunidad e intolerancia son el pecado capital de nuestra sociedad.

Los canales de televisión a la hora de presentar narco-novelas, engrandeciendo a los criminales y delincuentes del país como Pablo Escobar y los hermanos Castaño (paramilitares) no dudan en utilizar espacios de programación para  presentarlos como héroes de la patria. Insisten en que es una forma amena de recordarle el pasado del país a los jóvenes.

Gran mentira. Se trata, como siempre, de una farsa mercantilista. Las marchas del 9 de abril no debieron ser un tema exclusivo de sus noticieros, merecían una transmisión especial "en directo".

Creer en la paz con las FARC puede que no sea del agrado de todos los colombianos. Sin embargo, no hay que sabotear las propuestas para acabar con la guerra. Pero los canales de televisión, potente herramienta de movilización de masas, lamentablemente no son los únicos que juegan con la guerra.

La irresponsabilidad de los ex presidentes colombianos no tiene límite. Alvaro Uribe revelando información secreta militar o Andrés Pastrana acusando a Juan Manuel Santos de traidor, no tiene presentación alguna en ningún debate democrático.

Silencio y discreción es el divino tesoro de todos los procesos de paz en el mundo. Estos dos ex presidentes dan muchas clases y cátedras en prestigiosas universidades del mundo pero no han aprendido los principios básicos de la paz: ¡el pueblo tiene la última palabra!

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