20/02/2013
María Camila Morales
¿Cuántos muertos diarios registran
las autoridades en América Latina por el negocio de la droga? La cifra es
escalofriante pero pareciera ser algo normal tanto para la sociedad como para
los gobernantes.
Otro asesinato o una matanza más ya
no son ni siquiera titulares de prensa en ciertos países. En México más de mil
personas murieron en enero en la guerra contra y entre los narcos y la noticia
pasó desapercibida.
Pero la droga por la que matan en
Latinoamérica tiene un enorme potencial económico legal en Estados Unidos. En
particular la marihuana. Su uso medicinal es legal en 18 estados y también en
la capital (Washington D.C) y fue aprobada en Colorado para consumo recreativo.
Cannabis University™ Inc. of Denver
ha sido calificada como “El Harvard de las escuelas de marihuana”. Una
institución educativa que forma a “estudiantes felices” que desean sembrarla de
forma adecuada y conforme a la legislación en vigor. Un pénsum académico que
incluye conocimientos de agronomía, de derecho y de química. Un certificado que
como bien explica su decana y presidenta ejecutiva, Michelle LaMay: "permite a
los graduados unirse a una robusta comunidad que quiere cambiar los corazones y
mentes para ver los efectos positivos de la marijuana”.
Pero el lado bueno de la
legalización del cannabis en varios estados de la unión americana no se
limitaría únicamente a complacer, sin problemas jurídicos, a sus consumidores.
La revista The Economist, dedica uno de sus artículos a la inversión en este
nuevo negocio legal. Brendan Kennedy fundador del fondo Privateer Holdings calcula
que se ha abierto una industria de 50 mil millones de dólares. Por eso puso su
experiencia de la Silicon Valley y su master de la Universidad de Yale, al
servicio del negocio limpio (clean) del cannabis.
Su tarea va desde encontrar capital
para los cultivadores amateurs hasta establecer códigos sanitarios para la
venta de las diferentes clases de marihuana. Un negocio donde con legalidad y tecnología
está todo por hacer como muestra su portal: www.leafly.com
¿Por qué dejar escapar entonces de
América Latina un comercio tan lucrativo y no volver tanto su producción como
su comercialización legal?
El presidente Otto Pérez Molina fue
el primer líder latinoamericano en tomar la vocería para un cambio radical de
la política de las drogas en la región.
La propuesta guatemalteca de crear
una comisión que estudie “despenalizar y legalizar la producción, transporte,
comercio y consumo de drogas” quería ser discutida a la Cumbre de las Américas
en Cartagena en el 2012. Sin embargo, la presión estadounidense impidió que se
abordara el tema en la agenda oficial.
El presidente Juan Manuel Santos no
fue ajeno a la hipocresía de Washington en cuanto a su política antidroga al declarar
que mientras en Colombia luchan contra las mafias de los narcos, los “gringos
allá tranquilos metiéndose su varillo”.
De manera formal las FARC en La Habana
han propuesto la legalización de algunos cultivos de droga como la marihuana. Idea
que hace parte de su plan social de “reordenamiento” del uso de las tierras
para los colombianos. Los guerrilleros saben que para lograr la paz en su país
hay también que ofrecer una alternativa económica a los miles de campesinos
olvidados por los diferentes gobiernos.
Los vientos de cambio se sienten en
América Latina porque la lucha frontal ha fracasado. El presidente de Uruguay,
José Mujica, ha tenido el valor de identificar el mal: “el problema no es la
droga sino el narcotráfico”. Ya lo decía el fallecido escritor Carlos Fuentes:
“legalizar las drogas para salvar a México”.
¿Si la discusión moral y médica ha
sido resuelta por referendos estatales por los consumidores en Estados Unidos, no
es tiempo de hacer lo mismo en los países productores?
Llegó el momento, como bien dice
Mujica, de tener coraje cívico para plantearlo y patear el hormiguero.
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