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lunes, 21 de mayo de 2012

De reforma tributaria, educativa y otros cuentos en Chile



21/05/2012

Pedro Áriel Rementería González*

Advertencia: al terminar de leer esta lectura, las palabras se las pudo haber llevado el viento.  La política cada día está más vertiginosa.

A fines del pasado mes de abril el Presidente de Chile, Sebastián Piñera anunció la Reforma Educacional y Tributaria a través de cadena nacional de radio y televisión. Una promesa hecha desde hace unos meses a petición de los estudiantes chilenos pero dirigida hacia todos los sectores de la economía.

Revisando la prensa nacional al día siguiente, para mi sorpresa, me encontraba con que el anuncio presidencial traía aplausos y vituperios de los diversos sectores políticos y estudiantiles. ¿Acaso no era lo que Chile necesitaba para avanzar más rápido hacia el desarrollo? ¿Qué tenía de malo la reforma? ¿De dónde salieron tantos expertos economistas?

Vamos primero al monto total: entre US$ 700 y US$ 1000 millones anuales adicionales de recaudación. Suena bastante, pero es poco. En suma, aumenta la carga tributaria total de Chile de aproximadamente el 20% al 20.3% del PIB. Como referencia, la carga tributaria total de Uruguay es 23%, la de USA es 27%, Canadá 32%, etc.

La última vez que en Chile se hizo una reforma tributaria fue en el año 91’, bajo el Gobierno de don Patricio Aylwin, partidario democrática cristiano. Una reforma en grandes líneas, continuativa del modelo económico de mercado, instaurado bajo el gobierno o dictadura (concedo palabra a gusto del lector) por 30 años de Augusto Pinochet. De ahí en adelante, durante los próximos 20 años, la dirección económica de Chile estaría bajo gobiernos de izquierda o concertación. Estos gobiernos no modificaron ninguna coma del modelo económico neoliberal instaurado en Chile, lo expandieron a todas las aristas posibles: educación, salud, transporte, y un largo etcétera.

Ajustemos el reloj.  En la campaña presidencial de Sebastián Piñera del año 2009 no figuraba dentro de sus promesas de campaña una modificación (ni menos una revisión) al sistema administrativo de recaudación impositivo chileno ni a la educación. ¿Por qué? Porque toda subida de impuestos es impopular y todavía no había estudiantes en las calles protestando a favor de una educación universitaria gratuita de buena calidad.

Chile tiene un nivel de participación en la educación superior similar al de países como Austria, Francia, Hong Kong, Reino Unido, y Suiza. La diferencia reside en que el PIB por habitante de Chile es de alrededor US$ 13 mil por año mientras aquel de los países de comparación supera los US$ 35 mil. En otras palabras: Chile tiene una cobertura educativa de país rico con los medios de un país en vías de desarrollo.

Resultado: para financiar las carreras una gran cantidad de estudiantes universitarios tienen que endeudarse con créditos importantes para pagar los altos aranceles que exige la gran mayoría de universidades chilenas, ya sean planteles estatales o privados.

El discurso eterno ha sido que inyectar mayores recursos económicos solucionará el problema de la educación chilena. Aún no logro entender si el beneficio propuesto por el Gobierno consiste en un gasto adicional o en un crédito, conceptos distintos en materia tributaria.

En términos simples, los líderes estudiantiles plantean que inyectar más y más recursos a la educación no solucionará nada. Independientemente de que se castigue a un sector determinado, en este caso las empresas, para destinar esos recursos a la educación. Lo que buscan, es un cambio sustancial, de naturaleza y de esencia en nuestro modelo educacional. Ya no como simples piezas de un engranaje llamado libre mercado; sino, como ciudadanos críticos y que cada chileno tenga las mismas oportunidades para salir adelante en la vida, sin estar determinados por el sector socio económico de donde provenga. El simple incremento de fondos a disposición del gobierno no responde a ninguna de estas inquietudes.

Concluyo entonces que la política tributaria  y educativa deben tener un alcance que va más allá de la mera recaudación. Y, contra lo que mayoritariamente se ha sostenido, lo que está en disputa tras el sistema tributario no es simplemente el financiamiento de más o menos actividades del Estado, sino la forma que adoptan las instituciones que hacen posible nuestras relaciones sociales. Lo que deberíamos preguntarnos es si nos queremos entender como ciudadanos o como agentes de mercado en un modelo neoliberal, y no creer que la única pregunta relevante para solucionar los grandes conflictos sociales y económicos nacionales, sea cómo aumentar la caja del fisco.

Con esta reforma el gobierno de Presidente Piñera no soluciona el tema educacional.


*Pedro Áriel Rementeria : @arielrementeria. Estudiante de Derecho Universidad Andrés Bello. Columnista en el @quintopoder


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