03/10/2012
María Camila Morales
Con el fin de las dictaduras
militares en América Latina asumieron sus ciudadanos que la libertad había
triunfado en el continente. Sin embargo, en ciertos países de la región olvidan
que la alternancia política es inherente a la vida de las verdaderas
democracias.
Más allá de ser chavistas o
anti-chavistas, tener (o sufrir) catorce años en el poder un mismo presidente y
un mismo partido controlando todas las instancias del Estado no puede ser sano.
Las presidencias eternas no son un
derecho de los caudillos latinoamericanos. Por el contrario se deben combatir
igual que todos los regímenes autoritarios sin importar su color ideológico.
Y los jóvenes venezolanos han
entendido la importancia del cambio que se necesita ahora. Sin duda son ellos
los que han hecho posible que la candidatura de Henrique Capriles tome fuerza y
desafíe a Hugo Chávez. Un clamor de hastío el cual la Mesa de Unidad
Democrática tuvo que escuchar y por primera vez comportarse como una oposición renovada
capaz de proponer un programa de gobierno serio.
La juventud venezolana que vio en
1998 el nacimiento del “Socialismo del Siglo XXI” hoy no tiene futuro en sus
propias tierras.
Venezuela es el quinto país más
violento del mundo. Poco importa ser rico o pobre porque los muertos duelen
igual en ciudades como Caracas donde en el primer semestre del año asesinaron a
más de dos mil personas.
En cuanto a la educación, el pilar
no es la calidad de la academia sino la doctrina bolivariana impartida. Las
universidades forman profesionales que no encuentran trabajo pese a tener
diploma. La salida de cerebros a Estados Unidos y Países del Golfo Pérsico no
es una forma de exportar la revolución sino de buscar libertad y una mejor vida
fuera de Venezuela.
Las aspiraciones laborales de un
gran número de profesionales se limitan al Estado. Bien sea en uno de los 29
ministerios y sus enredadas administraciones o en PDVSA. Más de 105.000
trabajadores en la petrolera estatal la cual no deja de interferir en otros
rubros de la economía (importación de leche y gasolina) y de disminuir su
producción petrolera. Menos de tres millones de barriles diarios de crudo.
Los accidentes de producción (41
muertos en la explosión de Amuay) se multiplican y no hay ni repuestos para
solucionar los problemas de los oleoductos y las refinerías. Las cifras del
endeudamiento en dólares de la empresa nacional de petróleo y del país no caben
en ninguna calculadora. Situación preocupante cuando el mayor prestamista es la
República Popular de China.
Las nacionalizaciones del acero
(Sidor), oro (Rusoro) o electricidad (Seneca), entre otras, no han aportado dólares
al presupuesto bolivariano. Bien se pregunta Analitica.com, si el Banco Central Venezolano está vendiendo las
reservas de oro del país, ¿no significa que se quedó sin recursos la nación?.
En lo que se refiere a las expropiaciones de fincas ganaderas o industrias
agroalimenticias tampoco se ha reflejado en un mayor abastecimiento en los
supermercados o en una canasta familiar más barata para sus ciudadanos.
Después de catorce años del llamado “Socialismo
del Siglo XXI”, los venezolanos no avanzan ni en su desarrollo ni en su nivel
de vida. Aunque poseen las reservas de petróleo más grandes del mundo, tienen
que lidiar todos los días con los apagones, la inflación, la escasez de
alimentos, la precariedad de la vivienda, una salud pública aproximativa y una
infraestructura a punto de colapsar.
Ya no se trata de una critica de los
burgueses y ricos venezolanos que no aguantan el populismo de Chávez. El
descontento y el sentimiento de frustración se ha extendido a otros sectores de
la población. Nadie olvida que en las elecciones parlamentarias del 2010, la
oposición obtuvo 52% de los votos pero las modificaciones arbitrarias de los
distritos electorales impidieron el inicio de la transición.
El 7 de octubre el voto debe
permitir que el cambio político gane para que por fin triunfe la democracia en
Venezuela. A los militares le corresponderá plegarse a las reglas del Estado
que dicen defender y a la comunidad internacional velar por el respeto de la
voluntad popular.
¡Excelente entrada!
ResponderEliminarGracias!
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