13/06/2012
Definitivamente lo que más conmueve
y emociona en Colombia es la televisión. Las series y telenovelas son las
únicas capaces de acaparar titulares de prensa, portadas de revistas, récords
en las redes sociales y hasta crear héroes nacionales.
Y ante un negocio tan rentable todo
tema es bueno para llevar a la pantalla chica. Inclusive la vida y obra de
Pablo Escobar Gaviria. El que fuera uno de los criminales más sanguinarios y
crueles del Cartel de Medellín y el narcotraficante más buscado por Estados
Unidos, hoy es un personaje más de la televisión como lo fue Betty, La Fea.
“Pablo: el patrón del mal” del canal
Caracol logra cada noche niveles de audiencia de más de 10 millones de
televidentes en los hogares colombianos. Ojalá fuera una ficción como aseguran los
libretistas de la serie para cuidarse de posibles demandas, pero
desafortunadamente fue cierto lo que ocurrió y sus consecuencias las sigue
pagando Colombia con muertes.
La nueva serie de televisión se
queda corta a la hora de mostrar el drama de sus víctimas y el horror de una
nación que fue catalogada como un narco-Estado. En el caso colombiano la
realidad siempre supera la ficción y por eso era el momento indicado de darle
protagonismo a los que más sufrieron por el terror y la violencia del
narcotráfico y no a sus verdugos.
La idea de los creadores de la
serie, al parecer nace de una buena intención: “quien no conoce su historia
está condenado a repetirla”. Incluso participan en sus libretos familiares de
políticos y periodistas asesinados por Escobar y cuenta con el apoyo de algunos
de los hijos de los líderes acribillados como Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara.
Sin embargo al ver la novela, porque
de eso se trata, no queda duda que la televisión privada no es una herramienta
de educación ni puede reemplazar una clase de historia colombiana (compleja sin
duda) para las nuevas generaciones.
Si “Pablo: el patrón del mal” rebasa
el nivel de televisión embrutecedora, se convierte en un amplificador de la
cultura narco que tanto daño le ha causado al país.
Porque contar como se debería, la
historia de sus cientos de víctimas al
parecer no consigue ni atraer masas ni vender publicidad en Colombia. Pero ese
sería el valor agregado de la nueva serie para que se pueda diferenciar de otra
narco-novela y deje “algo” en la memoria colectiva.
Camilo Cano, hijo del asesinado director del diario El Espectador, decía en la revista Semana:
“se debe mostrar lo que pasó para nunca volver atrás”. Lamentablemente eso no
se logra con televisión sino con justicia. El nazismo no se repudió con la
“Lista de Schindler” sino con el proceso de Nuremberg.
Pablo Emilio Escobar, el patrón,
terminó siendo en la pantalla chica el héroe que siempre consideró ser. Sus
frases son acertadas analizando la política colombiana de la época, su apego a
la familia, amigos y religión es muy parecido al promedio de los colombianos y
su visión del narcotráfico es simplemente avanzada para los años 80: “el narcotráfico
es un negocio más, como lo fue el tabaco o el alcohol en los Estados Unidos”.
Entonces, ¿dónde está el problema?.
Escobar sabemos era más que un
“Robin Hood” paisa al que temían los políticos corruptos, un nuevo rico
despreciado por la clase alta y un criminal que las autoridades tenían que
matar porque las traicionó.
Ese buen hijo, ese mujeriego, ese
negociante de cocaína, ese justiciero católico, ese es el Patrón que tuvo
arrodillado al pueblo colombiano en los noventa y que cada noche lo sigue
fascinando.
Si la idea de Caracol era darle a
los colombianos y al mundo una clase de historia, ha fracasado en su noble
causa. Si su objetivo era otro éxito de narco-seriado lo ha conseguido.
No hay duda que las actuaciones son
de gran calidad y que aún sabiendo el final de la historia, los televidentes
están “enganchados”.
Andrés Parra logra darle al
personaje de Escobar el tono y actitud salvadora y generosa de la lógica del
bandido que fue amado por lo más pobres en Colombia.
Sin embargo, ¿habrá servido para algo?.
Las atrocidades del “patrón del mal” parecen un juego de principiantes para
matones. ¿Por qué? Nada menos porque el nivel de violencia que generaron el
Cartel de Medellín y de Cali es hoy una conducta casi “normal” en la sociedad
que ayudaron a crear.
El lujo en el que vivieron los
narcos colombianos se ha convertido en un ejemplo más a seguir de una cultura
que perdió los valores. Y si de revelar nexos, recordar mafias, confirmar
secretos judiciales se trataba el proyecto televisivo, faltan varios capítulos
y ángulos por cubrir en la vida del capo que obsesionó al mundo.
Los documentales de historia son una
forma de educar pero no hay que confundir pretensiones históricas con simples
telenovelas así estén bien “ambientadas”.
Y Colombia después de la serie de televisión: "Escobar: el Patrón del Mal" ahora tiene album. Confidencial Colombia consiguió varias de las fichas ( monas=imágenes) del álbum que recrea la vida de los personajes de la exitosa seria del Canal Caracol. Según los tenderos de Bogotá, el producto está agotado.
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