03/05/2012
María
Camila Morales
Los
franceses muy acertadamente dicen: “no se cambia una fórmula ganadora” y las
nacionalizaciones del 1 de mayo no le fallan a Evo Morales.
Desde
que llegó al poder en el 2006, el mandatario rinde homenaje a los trabajadores
de Bolivia mediante expropiaciones de empresas controladas por extranjeros que han estado, según él, robando al país
como si fueran tiempos de la colonia.
Un
acto de soberanía, como dicen los argentinos, quienes junto a los venezolanos y
ecuatorianos son especialistas en la nacionalización de hidrocarburos.
Nadie pone
en duda el derecho legítimo de los Estados de disponer de sus recursos
naturales. Dicho principio fue avalado por la Asamblea General de la ONU en
1962.
Ese
derecho fue despreciado por ciertos gobiernos anteriores que no firmaron
acuerdos “equitativos” y no sopesaron las probabilidades de una subida del
precio del barril de petróleo. Tampoco se interesaron por el medio ambiente ni
por el bienestar prometido por su explotación.
Pero
para lograr una justa repartición de los dividendos existe una figura llamada
“renegociación de contrato”. No incluye ni al ejército, ni a la policía y es
respetada por la comunidad internacional. Una herramienta jurídica que en
Caracas, La Paz, Buenos Aires y Quito conocen y han utilizado los propios
gobiernos en otras ocasiones.
Los
ejemplos sobran: la renegociación por el gobierno de Evo Morales (aún bajo
amenaza de expropiación) de los contratos de exploración y producción de gas
fue exitosa con todos los participantes incluyendo a BG Group (Reino Unido),
Total (Francia), Repsol (España) y Petrobras (Brasil).
Los
bolivianos siguieron el mismo modelo que utilizó Venezuela en la “migración” de
sus contratos petroleros con Repsol, Petrobras y Chevron a empresas mixtas
donde PDVSA tiene la mayoría de acciones.
Sin
embargo, desalojar “manu militari” de las oficinas a ejecutivos españoles o
ingleses, le pone más drama y valor político a los gobiernos de izquierda cuya
favorabilidad ya no anda por las nubes.
Esta
vez fueron las acciones de Repsol en YPF y las acciones de Red Eléctrica de
España en la empresa Transportadora de Electricidad S.A. Seguramente no serán
los últimos “castigados” porque la recuperación de los recursos nacionales y
servicios básicos se ha vuelto una lema de campaña en los países del ALBA y
Argentina.
Se
puede criticar el fondo de la lógica neoliberal del “Consenso de Washington” de
los años 90 con la privatización masiva de los recursos naturales y servicios
de la región.
Pero
la forma de reorientar esa política no es con soldados que llegan sin preaviso
a las instalaciones de compañías bajo control extranjero para tomar posesión de
ellas. Ya había pasado en el caso de la compañía eléctrica británica Rurelec en
Bolivia el 1 de mayo del 2010 y dos años más tarde ni el país es más rico, ni
el déficit energético se ha resuelto.
La
nacionalización no es el milagro para crear empleo y acabar con la pobreza. El
Estado debe tener un plan de inversión, de financiamiento y de modernización de
la infraestructura, acompañado de una transparencia administrativa para saber
cómo reemplazar a los extranjeros que supuestamente expoliaban a los pueblos
latinoamericanos.
Desafortunadamente,
en la mayoría de casos, en lugar de convertir las nuevas empresas estatales en
modelos de eficiencia, se han convertido en cajas menores de liquidez para
solucionar problemas electorales.
El
ex ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Andrés Solíz Rada, está pidiendo al
presidente Evo Morales claridad e información acerca de las nacionalizaciones. ¿Por qué no se conocen los resultados de las auditorías
petroleras ordenadas hace seis años?; ¿cuántas reservas de gas tiene el país?;¿cuáles
serán las prioridades de la nueva inversión nacional?
Incluso
Solíz Rada pregunta en el diario Los
Tiempos: ¿por qué no se transformó YPFB en una moderna empresa corporativa
como la brasileña Petrobras?
Los
trabajadores y sindicatos de Siderúrgica del Orinoco (Sidor) en Venezuela,
nacionalizada en el 2008, van de huelga en huelga exigiendo: aumento de
salario, ampliación de la nómina laboral y cumplimiento con las deudas a los
proveedores.
Y
se interrogan acerca de su futuro ante la caída de la producción de acero.
Venezuela pagó unos 1.8 mil millones de dólares por esa nacionalización
que podrían haber sido utilizados en vivienda, hospitales y colegios. Hoy en día, la compañía no vale nada por
falta de inversión y su nuevo dueño, la Republica Bolivariana de Venezuela, no
tiene dinero para inyectarle.
Los
recursos naturales sí son “commodities”, contrario a lo que dice el
vice-ministro argentino de Economía y Finanzas Axel Kicillof quien en el Senado aseguró que Argentina
dejará de tratarlos así, para convertirlos en recursos estratégicos que
ayudarán a la redistribución del ingreso. Si no fueran una fuente de dólares
para los países, no los nacionalizarían. Producen ganancias apetecidas no
solamente por las multinacionales, sino también por la corrupción nacional.
Hay
un papel para los inversionistas extranjeros como contratistas o accionistas
minoritarios en estas nuevas compañías estatales: tienen acceso al crédito, al
“know-how” y abren mercados para la producción.
Respetar
los marcos jurídicos de la inversión es una garantía de desarrollo, progreso y
responsabilidad. Los Estados pueden y deben sentarse a negociar (o renegociar)
de “igual a igual” con los inversionistas existentes o futuros.
Si
los mandatarios populistas dejan a un lado “el espectáculo de masas”, se
instalará en su países un círculo virtuoso de crecimiento de ganancias y
reinversión local en lugar de un círculo vicioso de apagones, menos pozos
petroleros y mayor pobreza.
Informe CEPAL Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe publicado 03/05/211:. Brasil fue el principal receptor, con casi la mitad de los fondos, seguido por México (19.440 millones de dólares), Chile (17.299 millones) y Colombia (13.234 millones). EL Pais.
ResponderEliminar"Para la conducción YPF (el Gobierno) está buscando gente con mucha experiencia y con muy buena reputación", dicen los banqueros que les han dicho los funcionarios. Los aludidos serían "miembros del management de YPF en los 90", es decir, durante la gestión de José Estenssoro y sus sucesores y hasta la venta a Repsol al final del segundo mandato de Carlos Menem. La Nación.
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